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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Ese respetable señor que va elegantemente vestido, no es médico pero es un homeópata sui generis: profesa en todo el similia similibus... El joven capitan de caballería que con él va, es su discípulo predilecto... Ese con traje claro que tiene el sombrero ladeado, es el empleado S cuya máxima es no ser nunca cortés y se le llevan los diablos cuando ve un sombrero puesto sobre la cabeza de otro; dicen que lo hace para arruinar á los sombrereros alemanes... Ese que llega con su familia es el riquísimo comerciante C que tiene más de cien mil pesos de renta... pero ¿qué me dirás si te cuento que me debe todavía cuatro pesos cinco reales y doce cuartos?
No había más remedio que la diplomacia. «Humíllate y ya te ensalzarás», era su máxima, que no tenía nada que ver con la promesa evangélica.
Ha dicho un discreto, que en literatura, no sólo se disculpa, sino que se glorifica el robo cuando le sigue el asesinato. Shakspeare sabía esta máxima, y no dejó de asesinar a cuantos robó. De los autores robados nadie se acordaría si no hubieran sido robados.
Andrés pasó por el pueblo despertando curiosidad, no sorpresa, porque solían acudir a la fiesta, muy celebrada en los contornos, algunos señoritos de Lada. Rosa le había dicho que la casa de la tía Eugenia estaba hacia la salida. Cuando se vio cerca preguntó por Máxima a una joven que se peinaba a la puerta de casa, delante de un espejillo roto.
Debe ser tambien una máxima política del Gobierno protejer esos establecimientos de la capital, cuyos caudales en el caso de una guerra súbita ó de una revolucion estraordinaria en el interior de las Islas, pueden sacarle de un apuro en el estremo de no poder contar ni con las contribuciones del pais, ni con los ingresos de la aduana y rentas.
Deseo para él el don de la máxima personalidad. ¿Tú no sabes que los seres muy originales no suelen ser los más felices? Yo creo que lo más desdichado es no tener personalidad. Ya que no quieres que se parezca a mí, supongo que, en algo, desearás que se parezca a tí. En una sola cosa. Deseo que cuando se case tenga por su compañera la intensidad de amor que yo siento por tí. Es algo difícil...
Y si no, tiende un poquito la vista sobre todo lo que conoces en derredor de ti: es un semillero de comprobantes de mi modo de pensar sobre el caso. Otra máxima: «el amor se alimenta de deseos, de privaciones y de contrariedades; dale todo cuanto pida, sin cortapisas y a pasto, y cátale muerto en dos días; y muerto por hartazgo de prosa, que es, de todos los hartazgos, el más abominable.
El lindo Raguet, frenético de impaciencia, apostrofó a Catalina con sus peores injurias, ¡y tenía un buen repertorio de ellas! Y cuando se cansó de insultarla, le asestó feroces bofetones y puntapiés, practicando su máxima favorita: «Las mujeres son como las aceitunas.
Hay que batirlas duro para que den aceite, y cuanto más se las bate, más aceite dan». Esta máxima, repetida a los compañeros del vermut ante la mesa del café, en el preciso momento de escupir el hueso pelado de una aceituna a dos varas de distancia, tenía siempre un éxito loco.
Nosotros no tenemos nada. »Cuba es una tumba muy grande que guarda un cadáver más grande que ella: la raza india muerta. »Esa raza me alienta, y la máxima de Bolívar me conforta: ¡Venceremos!». Calló, inclinó la cabeza meditabundo, me pareció escuchar el ruido estruendoso de las armas en la manigua, y comprendí que aquel hombre era algo más que tribuno, algo más que genio: ¡era la Libertad!
Palabra del Dia
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