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Y si no es más laudable, es mil veces más asombroso el mágico saber de los mahatmas, que no puedo negar, porque de él he sido testigo. ¿Pero en lo fundamental, hay progreso acaso o hay mejora en Europa, en la India o en la China? Yo sospecho lo contrario.

Habían bajado de las montañas para ver el Corpus de Toledo, y andaban por las naves de la catedral con el asombro en los ojos, asustados de sus propios pasos, temblando cada vez que rugía el órgano, como si temieran ser expulsados de aquel mágico palacio igual a los de los cuentos.

Era la única vez que Sanabre creía haber estado ebrio: ebrio de sol, de azul celeste, de verde de los árboles, de aquella luz opalina que derramaban sobre el suelo unos ojos bajos y como avergonzados, al pronunciar el mágico monosílabo.

Obsérvese que esta escena es la misma, que, en el Mágico prodigioso, de Calderón, prepara la catástrofe.

Colon., 1690: folio, parte I, pág. 274, y Acta sanctorum sept., tomo VII, págs. 195 y siguientes: Antuerp., 1760; y acerca de la relación de este drama con la tradición de Fausto á Koberlstein, De la edad probable y de la significación del poema de la guerra de Wartburg: Naumburg, 1823, págs. 55-58, y á Rosenkranz, sobre la tragedia de Calderón El mágico prodigioso: Halle, 1829. El Sr.

En este tiempo, a nuestro Astrólogo o Mágico se lo había llevado de una aplopejía el demoñuelo zurdo que sustituía al Cojuelo, y bajó a pedir justicia a Lucifer en el güeso del alma, sin las mondaduras del cuerpo, del quebrantamiento de su redoma; y doña Tomasa, no olvidando los desaires de don Cleofás, trataba con otra requisitoria de venir a Sevilla, con un galán nuevo que tenía, soldado de los galeones, para tomar venganza casándose con el licenciado Vireno de Madrid la Olimpia de mala mano , sabiendo que se había escapado allá.

El jardín de Falerina. Darlo todo y no dar nada. De un castigo tres venganzas. ¿Cuál es mayor perfección, hermosura ó discreción? Luis Pérez el Gallego. Mujer, llora y vencerás. Basta callar. La Virgen de los Remedios. Auristela y Lisidante. Mejor está que estaba. Mañana será otro día. El mágico prodigioso. San Francisco de Borja. Los dos amantes del cielo. Amigo, amante y leal.

En política hizo gran papel D. Pedro por ser uno de los corifeos de la Milicia Nacional, y era tan sensato, que la única vez que se sublevó lo hizo al grito mágico de ¡Viva Isabel II! Falleció aquel bendito, y doña Lupe se hubiera muerto también si el dolor matara.

El astro soberano al descender tras el roquero monte que cierra el fertil llano, trasunto hermoso del Edén cristiano dibujaba en el mágico horizonte. Tus ojos, como espejos reflejaban también aquellos rojos y dorados reflejos: tu mirabas allá, lejos, muy lejos... y yo te devoraba con mis ojos. ¡Perdóname, bien mío!

En cambio, yo juzgo conveniente representar El mágico prodigioso con los trajes, edificios y muebles bizantino-orientales que se usaban en Antioquía en los primeros siglos de la era cristiana, y no, como he visto representar en Madrid este drama, con trajes del siglo XVI ó del siglo XVII. Aun en la representación de los sainetes y entremeses pondría yo no menor cuidado en la indumentaria.