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Llovían desgracias sobre la barraca. Sólo faltaba que se derrumbase su techumbre encima de ellos, aplastándolos á todos.... ¡Qué gente! ¡Dónde se había metido!... El chiquitín cada vez peor, temblando de fiebre en los brazos de su madre, que lloraba á todas horas, y visitado dos veces al día por el médico. En resumen, una enfermedad que iba á costarle doce ó quince duros: ¡como quien dice nada!

Mi marido combate en Alsacia.... ¿Y el señor Delfour, dónde está?... El señor Delfour andaba del lado de Bélgica; y su esposa, lanzando en torno una mirada de orgullo, hacía el relato de sus glorias. Dos citaciones en la orden del día: cruz, segundo galón. Pero llovían héroes, y Odette experimentaba cierto despecho al oir que todas las otras casi decían lo mismo de sus hombres.

La algazara en los plácemes y vivas fué grande, los instrumentos redoblaron sus ecos y las bendiciones llovían sobre doncella tan hermosa, tan coronada y cumplida con cuantas dotes halagan los sentidos y cautivan el alma.

Llovían las balas en torno de su persona, pero ni una sola lograba tocarle. No gastes tus cartuchos, hermano continuó Jaramillo, con una expresión fatalista . Ese hombre posee un talismán, un payé que le hace invulnerable como el diablo.... ¿Quién sabe si lleva en el pecho alguna pluma de caburé? Morales cesó de disparar. Tenía una ciega confianza en la sabiduría de su compañero.

Las mujeres solicitaban ser presentadas á él, con la dulce esperanza de que sus amigas las envidiasen viéndolas en los brazos del maestro. Las invitaciones llovían sobre Julio. Se abrían á su paso los salones más inaccesibles. Todas las tardes adquiría una docena de amistades.

Llovían sobre la tela roja las monedas de cobre según el gusto que habían dado a los vecinos las proezas de los forasteros, y terminada la corrida emprendían la vuelta a la ciudad, sabiendo que en la posada se había agotado su crédito. Muchas veces reñían en el camino por la distribución de la calderilla guardada en un pañuelo anudado.

Si los bancos ó silletas estaban ocupados, nunca faltaba lugar para los que iban llegando; los cumplimientos y saludos llovian, todo el mundo se acomodaba como podia, y las familias fraternizaban en derredor de una mesa comun. Al aplicarse la granizada de besos, saludos y apretones de manos, todos los recien llegados llamaban á los sirvientes por medio de signos convencionales.

Flora lo advierte y le pregunta el motivo. Tarda en responder la zagala. Al cabo desahoga su pecho y le cuenta sus inquietudes, sus tristezas engendradas por las palabras que se le escaparon á su hermano Pepín el día del Carmen. Verdad que estas palabras llovían sobre mojado. Por eso sin duda le habían causado impresión tan honda. Flora se apresuró á tranquilizarla.

Habituado fuera de casa a los tremendos cabezazos de los becerros, al cruel pateo de las vacas, a los palos de pastores y matarifes, que trataban sin compasión a la pillería tauromáquica, los golpes de la madre parecíanle un hecho natural, una continuación de la vida exterior, que se prolongaba dentro de su casa, y los aceptaba sin propósito de enmienda, como un escote que había de pagar a cambio del sustento, rumiando el pan duro con famélico regodeo, mientras las maldiciones maternales y los puñetazos llovían en sus espaldas.

Su honradez grande, su puntualidad y su celo le granjearon crédito tal, que llovían comisiones, menudeaban encargos, y caían en la bolsa, como apretado granizo, reales, pesos duros y doblillas en cantidad suficiente para que, al cabo de quince años de llegado a la corte, pudiese Joaquín estrechar lazos eternos con una conterránea suya, doncella de la esposa del magnate y señora tiempo hacía de los enamorados pensamientos del portero; y verificado ya el connubio, establecer surtida lonja de comestibles, a cuyo frente campeaba en doradas letras un rótulo que decía: El Leonés.