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Actualizado: 11 de mayo de 2025


No le deseaba la muerte, pero hubiérale visto con gusto descender a la tumba, con tal que se llevase a ella el secreto. Jacobo preguntó: ¿Te acuerdas de aquella noche en que se te quemó el gorro de dormir en el Grand Hôtel?...

Resignado, pues, con las mejillas encendidas aún, se despidió no sin que el duque le llevase hasta la puerta muy cortésmente, dándole afectuosas palmaditas en la espalda. Cuando el prócer volvió a ocupar su sillón frente a la mesa, por debajo de sus párpados fatigados brillaba una sonrisa burlona de triunfo.

Un sombrero de palma cubría su cabeza hasta cuando trabajaba en sus cacerolas. El Mare nostrum no podía naufragar ni sufrir daño alguno mientras le llevase á él.

Solamente se dio cuenta de su situación cuando al fin del mes se presentó la patrona en el cuarto a pedirle dinero; no lo tenía, porque ya no cobraba en la iglesia; fue necesario que llevase a empeñar el reloj de su padre para pagar la casa. Después se quedó otra vez tan tranquilo y siguió trabajando sin preocuparse de lo porvenir.

Tibaldo luego libró la persona del Infante, á Micer Juan de Misi, señor de la tercera parte de Negroponte; para que le llevase al Duque de Athenas en nombre de Carlos de Francia, cuya órden se aguardaria para disponer de la persona del Infante.

La mujer le infundía respeto, pero no miedo; mientras que solamente al recordar el llanto extraño del hijo, sentía correr un espeluznamiento da pavor por todo su cuerpo. Era necesario redoblar su trabajo para reunir el dinero y encontrar á un hombre que lo llevase hasta la tumba.... Y este hombre lo encontró al fin.

Entonces pidió el joven que se llevase a cabo cuanto antes aquella formalidad. En su virtud, fijose la presentación para la semana siguiente, y para dos meses más tarde quedó acordada la fecha del casamiento. De todo ello se trató en presencia de Magdalena, sin que ésta despegase los labios, pero sin que perdiese ni una palabra de cuanto allí se habló.

Porque eso de decir una cosa aparentando expresar la contraria y retorcer las frases de modo que una cláusula inocente en la apariencia llevase dentro «una saeta envenenada» llenaba de admiración a don Rosendo y le volvía loco de alegría. ¡Cuántas veces al leer en La España algún párrafo por el estilo: «Ayer apareció por fin la circular del señor Presidente del Supremo a sus subordinados.

-Ya tarda en decirle vuestra merced, señor don Quijote -dijo el cura. -No querría -dijo don Quijote- que le dijese yo aquí agora, y amaneciese mañana en los oídos de los señores consejeros, y se llevase otro las gracias y el premio de mi trabajo.

Puede cualquiera imaginarse la emoción y la gratitud de don Rosendo, al recibir aquella honrosísima distinción. Como en Sarrió nadie poseía una gran cruz, se vió precisado a ir a Lancia, para que un caballero de la orden llevase a cabo la ceremonia de ceñirle la banda.

Palabra del Dia

hociquea

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