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Actualizado: 16 de junio de 2025
Después que el gigante hubo limpiado de gentío los salones de Momaren, haciendo huir á todos al fondo de la casa para librarse de su bombardeo líquido, irguió su estatura y fué á un determinado lugar de la fachada de la Universidad, lanzando varios silbidos con la estridencia de un huracán.
¿El secretario del señor obispo está arriba? preguntó al más próximo. ¿D. Cayetano?... Sí, señora, arriba está respondió uno de los más lejanos. ¿Podría hablar unas palabras con él? ¿Por qué no?... Le avisaré... Suba usted conmigo. Ascendieron ambos por la sucia escalera de D. Miguel, pues ni por la llegada del prelado se había limpiado. Tenga usted la bondad de aguardar un momento.
Cuando se hayan mondado o limpiado los langostinos se cuecen las cabezas y colas, y póngase un poco de esta agua así como de las ostras y almejas en la salsa. Mézclese todo ello, y cuando los filetes de lenguado estén cocidos, sírvase en una fuente, esparciendo la salsa por encima.
13 Y cuando se hubiere limpiado de su flujo el que tiene flujo, se ha de contar siete días desde su purificación, y lavará sus vestidos, y lavará su carne en aguas vivas, y será limpio. 14 Y el octavo día tomará dos tórtolas, o dos palominos, y vendrá delante del SE
El espacio se había limpiado de tenues neblinas, transpiración nocturna de los húmedos campos y las rumorosas acequias. Iba á salir el sol.
Apóstol fanático de la limpieza, a la que seguía sus doctrinas la agasajaba y mimaba mucho, arrojando tremendos anatemas sobre las que prevaricaban, aunque sólo fuera venialmente, en aquella moral cerrada del aseo. Cierto día armó un escándalo porque no habían limpiado... ¿qué creeréis?, las cabezas doradas de los clavos que sostenían las estampas de la sala.
Más de una vez el Reverendo Dimmesdale había subido al púlpito con el firme propósito de no descender hasta haber pronunciado palabras como las anteriores. Más de una vez se había limpiado la garganta, y tomado largo, profundo y trémulo aliento para librarse del tenebroso secreto de su alma. Más de una vez, no, más de cien veces, había realmente hablado. ¡Hablado! Pero ¿cómo?
Hízolo así el leonero, y don Quijote, poniendo en la punta de la lanza el lienzo con que se había limpiado el rostro de la lluvia de los requesones, comenzó a llamar a los que no dejaban de huir ni de volver la cabeza a cada paso, todos en tropa y antecogidos del hidalgo; pero, alcanzando Sancho a ver la señal del blanco paño, dijo: -Que me maten si mi señor no ha vencido a las fieras bestias, pues nos llama.
Sus ojos pequeños. Ramiro no escuchó sino el final de su discurso: Diga, vuesa merced, que una vez que Farnesio hubo dejado las provincias para penetrar en Francia, debió librar batalla campal al Bearnés, desbaratalle en seguida, quitalle las vituallas, adueñarse de París e decir luego a nuestro rey: «Señale agora Su Majestad la persona que ha de sentarse en este trono.» De esta suerte, aunque exponiendo a Flandes, hubiéramos extendido el poder de nuestras armas y limpiado a aquella monarquía de la pestilencia luterana.
Cuando la fuerte lluvia había limpiado las piedras de la calle, llenándola casi de agua, otros amiguitos y yo construíamos vallas, encerrábamos las aguas en un desfiladero, la hacíamos precipitar en corrientes y formábamos á capricho islas y penínsulas.
Palabra del Dia
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