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Actualizado: 9 de junio de 2025


Las palabras del viejo, severas, irritadas, sonaron de nuevo en sus oídos. «Al hombre que falta a su palabra no puede ayudarle Dios... El viaje es largo. La mar ancha y brava. Lo que ahora es bonanza, en un instante se convierte en marejada de leva.» «¡Qué razón tenía tíopensó, sin apartar la vista del mar.

Para entonces, los diez años corridos desde que le conocimos en la La leva, ya sesentón habían hecho honda mella en su persona. Estaba más encorvado, más flaco, algo trémulo, y con la greña, las patillas y las cejas enteramente blancas, muy ásperas y muy largas.

Mi buena estrella me llevó a cierta casa, cuyos dueños se apiadaron de , mostrándome gran interés, sin duda por el relato que de rodillas, bañado en lágrimas y con ademán suplicante, hice de mi triste estado, de mi vida, y sobre todo de mis desgracias. Aquellos señores me tomaron bajo su protección, librándome de la leva, y desde entonces quedé a su servicio.

Pero ten en cuenta, hijo, que el viaje es largo, la mar ancha y brava; lo que ahora es bonanza, en un instante se convierte en marejada de leva; el viento no siempre fresquito, y cuando arrecia, se pone pesado de veras. Entonces no valen primores en la arboladura ni pinturas en las bandas, sino madera, mucha madera. Dame quillas, y te daré millas.

Sin salir de ellos, ha encontrado la novela política en Don Gonzalo y en Los hombres de pro, la novela religiosa en De tal palo..., la novela o más bien el poema idílico en El sabor de la tierruca, la novela social en Blasones y talegas y hasta la más conmovedora tragedia en La Leva.

Sirviendo de guía a las tropas de carretas, picando éstas cuando ya mis músculos lo permitieron, de peón aquí, de vago allá, llegó un día para dichoso y bendecido porque es el origen de mi felicidad actual en que una leva me tomó y puso punto final a mis correrías de vagabundo, perfilando sobre la figura mal pergeñada del pobre gaucho ignorante la simpática silueta del soldado.

Partiéronse al rayar el día, yendo Cervantes disparado hacia la puerta de Jerez, llegando a punto que la abrían, y llegáronse a la Torre del Oro, y alquilando una barca, hacia la galera Marquesa bogaron, llegando a ella cuando sonaba el cañonazo de leva y tocaban en cada galera los instrumentos militares a la oración de la mañana.

Bajé a la, y quitándome los zapatos, salté de peñasco en peñasco; busqué a mis antiguos amigos de ambos sexos, mas no encontré sino muy pocos: unos eran ya hombres y habían abrazado mejor carrera; otros habían sido embarcados por la leva, y los que quedaban apenas me reconocieron. La movible superficie del agua despertaba en mi pecho sensaciones voluptuosas.

La gente de leva se había educado en el heroísmo, sin más que dos horas de aprendizaje, y nuestro navío, por su defensa gloriosa, no sólo era el terror, sino el asombro de los ingleses. »Estos necesitaron nuevos refuerzos: necesitaron seis contra uno. Volvieron los dos navíos que nos habían atacado primero, y el Dreadnoutgh se puso al costado del San Juan, para batirnos a medio tiro de pistola.

No digamos nada en cuanto al personal: el de nuestros enemigos es inmejorable, compuesto todo de viejos y muy expertos marinos, mientras que muchos de los navíos españoles están tripulados en gran parte por gente de leva, siempre holgazana y que apenas sabe el oficio; el cuerpo de infantería tampoco es un modelo, pues las plazas vacantes se han llenado con tropa de tierra muy valerosa, sin duda, pero que se marea.

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