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Actualizado: 5 de mayo de 2025
Porque yo me helara desde la mañana hasta la noche, ¿sería usted más dichosa? La señora Aubry dió á entender con un gesto expresivo que no sería más dichosa por eso, pero que consideraba el lenguaje de la señora de Laroque como prodigiosamente afectado y ridículo. En fin continuó ésta, dicha ó desgracia; poco importa.
Por la noche fuí al castillo, la señorita Laroque me acogió con ese aire de indolencia desdeñosa, de distracción sombría y de amargo fastidio que la caracteriza habitualmente, y que formaba entonces un singular contraste con la graciosa bondad y la festiva vivacidad de mi matinal compañera.
Veamos, señor; puesto que la ocasión se presenta, rompamos para siempre la sombra de hielo que ha existido hasta aquí entre los dos. Por mi parte, estoy muy dispuesto á ello. Desde luego, la señora de Laroque, sin desprenderse de un secreto que no le pertenece, no me ha dejado ignorar que las circunstancias más honorables para usted se ocultan bajo la especie de misterio de que se rodea.
La señora de Laroque había seguido con un encanto manifiesto todos los detalles de aquella escena pastoril, que acariciaba deliciosamente sus quimeras; sonreía y soñaba ante aquella afortunada niña de desnudos pies, estaba encantada.
En fin, arrellanándose en su butaca y suspirando profundamente, me dijo con una simplicidad de que le estoy agradecido: Está bien, señor: le doy mil gracias. Este rasgo de grosera probidad, por el cual la señora de Laroque tuvo el buen gusto de no cumplimentarme, no dejó por eso de hacerle concebir una gran idea de la capacidad y de las virtudes de su intendente.
Señora dije á mi excelente amiga la señora de Laroque, tiene usted necesidad de un intendente, de un gerente para su fortuna: yo le ofrezco uno.
El timbre de que se sirve habitualmente la señora de Laroque para llamar á sus criados se hallaba á mi alcance sobre la mesa: apoyé el dedo en él. Un criado entró casi al momento. Creo le dije, que la señorita Margarita tiene órdenes que darle. A estas palabras que había escuchado con una especie de estupor, la joven hizo violentamente con la cabeza un signo negativo y despidió al criado.
El señor de Bevallan sin alzar la voz me insinuó, que este contrato era una obra de desconfianza. ¡Una obra de desconfianza, señor! respondí en el tono más elevado de mi garganta. ¿Qué pretende decir con eso? ¿Es contra la señora de Laroque, contra mí, ó contra mi colega aquí presente, que dirige semejante imputación?...
El señor Desmarest, después de haberme hecho una primera cura, montó en carruaje con la señora de Laroque, que iba á esperar en la villa d'Elven, el resultado de las pesquisas, que el señor de Bevallan debía dirigir en las inmediaciones de la torre. Eran cerca de las diez cuando Alain vino á anunciarme que la señorita Margarita había sido hallada.
Algunas partidas de cientos que he tenido la fácil galantería de perder con el señor Laroque, me han conciliado los favores del pobre anciano, cuyas débiles miradas se clavan algunas veces sobre mí, con una atención verdaderamente singular.
Palabra del Dia
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