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Actualizado: 20 de junio de 2025


Y para dar más vigor á su apología, cita una octava de la Lamentación de Byron, de Núñez de Arce, donde el poeta aconseja á los griegos que talen é incendien y lo conviertan todo en ruinas con tal de libertarse de los turcos. Hay, sin embargo, una distinción que hacer, y de no pequeña importancia.

Al mismo tiempo empieza á ver rostros irreales, rostros que desaparecieron de la tierra hace muchos años: el cosaco venido de una remota guarnición de Siberia para vengar á su hermana; un amigo del mismo regimiento del príncipe, que murió de una estocada en el pecho después de una cena tumultuosa, mientras lloraba Lubimoff, súbitamente despertado de su homicida embriaguez; otros á los que asistió como simple testigo, pero que murieron y resucitan ahora en su memoria, fría é insensible al remordimiento y á la lamentación.

Acudió Lotario con mucha presteza, despavorido y sin aliento, a sacar la daga, y, en ver la pequeña herida, salió del temor que hasta entonces tenía, y de nuevo se admiró de la sagacidad, prudencia y mucha discreción de la hermosa Camila; y, por acudir con lo que a él le tocaba, comenzó a hacer una larga y triste lamentación sobre el cuerpo de Camila, como si estuviera difunta, echándose muchas maldiciones, no sólo a él, sino al que había sido causa de habelle puesto en aquel término.

10 Sobre los montes levantaré lloro y lamentación, y llanto sobre las moradas del desierto; porque desolados fueron hasta no quedar quien pase, ni oyeron bramido de ganado; desde las aves del cielo y hasta las bestias de la tierra se transportaron, y se fueron. 11 Y pondré a Jerusalén en montones; en morada de dragones; y pondré las ciudades de Judá en asolamiento, que no quede morador.

A través de los intersticios de aquel velo que abrían y cerraban las Horas á gusto del sueño, contemplaba éste el mar, la tierra, las ciudades y los pueblos. Sobre la cabeza de aquellos hombres que se agitaban, suspendía el inflexible destino, decidía la vida ó la muerte, distribuía á su antojo benéfica lluvia ó rayo vengador. Ninguna lamentación de abajo turbaba á los dioses en su quietud eterna.

Acercose a otra piedra, y añadió: ¡Y los tuyos, Merweg, los tuyos! El cortejo de lobos le siguió; el loco, subiéndose a una piedra y contemplando el abismo silencioso, exclamó: ¡Nuestro canto de guerra ha muerto! ¡Nuestro canto de guerra es una lamentación! ¡La hora de que resucite se acerca! Y vosotros seréis los guerreros: volverán a ser vuestras estas cañadas y estas montañas. ¡Oh!

Una compasión inmensa le dolía en el corazón y le ponía en los ojos un fulgor ardiente de ternura. Todo el aspecto de la muchacha era una viva lamentación de pena y de trabajo; el médico veía con espanto que Carmen finaba lentamente, en un profundo descuido de la vida. Nada se dijeron al verse en el cuarto de Julio; se buscaron los ojos, y ella bajó los suyos, cobarde y sobrecogida.

3 Y en cada provincia donde el mandamiento del rey y su ley llegaba, tenían los judíos grande luto, y ayuno, y lloro, y lamentación; cilicio y ceniza era la cama de muchos. 4 Y vinieron las doncellas de Ester y sus eunucos, y se lo dijeron; y la reina tuvo gran dolor, y envió vestidos para hacer vestir a Mardoqueo, y hacerle quitar el cilicio de sobre él; mas él no los recibió.

Quedaron silenciosos largo rato, con las manos cogidas, mirando al obscuro y rumoroso jardín. Arriba continuaba la lamentación del genio ante la vida que se extingue. Sagrario se apoyaba en Gabriel, como si le faltasen las fuerzas y, medrosa ante la felicidad, quisiera refugiarse dentro de él.

18 Voz fue oída en Ramá, lamentación, lloro y gemido grande; Raquel que llora sus hijos, y no quiso ser consolada, porque perecieron. 21 Entonces él se levantó, y tomó al niño y a su madre, y se vino a tierra de Israel. 22 Y oyendo que Arquelao reinaba en Judea en lugar de Herodes su padre, temió ir allá; mas amonestado por revelación Divino en sueños, se fue a las partes de Galilea.

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