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Solo diré que al pasar por Mâcon, preocupado con un recuerdo grato, me sentí como poseido de cierta veneracion hácia esa comarca interesante. Mâcon es la patria del glorioso Lamartine, ese patriarca de la poesía en el siglo XIX; y no podia ménos que gozar aspirando las brisas del país inmortalizado por la juventud, la lira sublime, la gloria y hasta los infortunios del Tasso frances.

Como era verano, los grandes hombres se habían ido a tomar baños. Víctor Hugo, como usted sabe, estaba en la emigración. Y a Lamartine, ¿no le vio usted? En aquella época, ya el autor de Graziella había fallecido.

Entretanto, ¡Dios mío! mi voluntad se dirige todavía hacia Vos, sostenedme y haced que pueda daros todo lo que me resta... ¡Ay! ¡qué pobres e indignas de Vos son mis ofrendas! 25 de julio de 1818. Nos hallamos en la casa de mi buen cuñado el abate Lamartine, que se encuentra enfermo.

Al despedirse, don Mariano pidió a Laura un nuevo servicio... Que le aceptara también las obras de Lamartine; habíalas encargado cuando estuvo en Buenos-Aires, y le llegaban ahora, muy bien encuadernadas... ¿Qué iba a hacer él con esos libros de jeunes filles en la estancia?... Y Laura tuvo que aceptar este otro obsequio, antes destinado a Coca, y que don Mariano le enviaría ahora a su casa... Casualmente se encontraba ella en esos momentos sin lectura.

Sin embargo, no desdeño los libros, he comprado muchos, y con ellos me paso largas horas. Aun suelo leer versos de Lamartine... y... a la verdad... ¡como Lamartine no hay otro poeta para ! Aquí concluye esta novela sencilla y vulgar. «Angelina» se llama en memoria de la pobre niña que sacrificó por , con sublime heroismo, todas las ilusiones de su vida.

La acometió un rapto de apasionada locura, y se colgó súbitamente al cuello de su amante, cubriéndole de besos: después, como un pájaro herido de amor, se dejó caer sobre la nieve y obligó a Miguel a sentarse a su lado: y comenzó a recitar con voz enternecida el poema que más le había subyugado nunca, Le Lac, de Lamartine.

El insigne dramaturgo, me habla de su niñez, de su abuelo, que sirvió como médico en los ejércitos del primer Imperio, de cómo conoció á Lamartine dirigiendo á caballo un motín popular, de su primera entrevista con la Déjazet, de la fe inmutable que siempre tuvo en mismo, de su soberbia posesión de Marly le Roi...

, lo sabrá al menos, para que esa sombra vaya sobre su corazon, y no engañe á otra desdichada. =Dia trigésimo quinto=. Disputa del restaurant de las Columnas. Manuela Bernaola. Una mujer de Batiñoles y de Lamartine. Un caballero vestido de hombre, y un hombre vestido de caballero. Un conflicto. Llanto de mi mujer. Cartas Visitas. Las cinco y media de la tarde. Un puente.

Claro está que en la provincia de Córdoba hay damas ricas, que han estado o están en Madrid, que tal vez han ido a Baden o a Biarritz algún verano; que hablan francés, que han paseado en el bosque de Boulogne, que conocen acaso varias cortes extranjeras, que leen las novelas de Jorge Sand y los versos de Lamartine en la misma lengua en que se escribieron, y que se visten con Worth, con Laferrière, con la Honorina o con la Isolina.

Ahí, en los tramos de esa magnífica escalera, casi debajo del balcon en que Luis Felipe habia sucedido á otro rey, el movimiento del 48 presentó al tribuno y poeta Lamartine la bandera republicana, esa bandera que sucedió á Luis Felipe, como Luis Felipe habia sucedido á Cárlos X.