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Actualizado: 17 de junio de 2025
A pesar de las irregularidades temporales, el escalonamiento de la flora en las laderas de las montañas conserva, pues, el carácter de una ley constante. ¿De dónde procede este extraño reparto de plantas por la superficie del globo? ¿Por qué especies originarias de las más lejanas comarcas se han juntado formando colonias en las altas fragosidades de los montes?
Encima de aquellas barrancas ó laderas halló el Padre Cardiel cantidad de yeso de espejuelo, en planchas anchas á manera de talco. Volviéronse descalzos á la lancha, en que durmieron hasta las dos y media de la mañana del viernes 11.
Afortunadamente, estas crecidas repentinas, que debiéramos llamar avalanchas de agua, cambian de aspecto en la base de las montañas. En los llanos donde la inclinación del suelo es relativamente débil, y á veces imperceptible, la masa líquida del arroyo pierde su fuerza de impulsión y cesa de empujar las materias arrancadas de las laderas.
Allí se está en el límite de dos mundos; de un lado, por encima de los promontorios poblados de vegetación exuberante, aparece el valle frondoso con sus cultivos, sus casas, sus aguas tranquilas, y la bruma indistinta que allá lejos pesa sobre la ciudad; por el otro lado, se extienden las laderas solitarias y el pico bañado en el profundo azul del cielo.
La cascada, de agua limpia y transparente, se derrama en el fondo, formando espuma, y luego sigue su curso tortuoso por un cauce que la naturaleza misma ha abierto, esmaltando sus orillas de mil yerbas y flores, y cubriéndolas ahora con multitud de violetas. Las laderas que hay a un extremo de la huerta están llenas de nogales, higueras, avellanos y otros árboles de fruta.
Únicamente en las quebradas secas crecían ciertos cactos del tamaño de un hombre, rectos como columnas espinosas. Estos cactos, vistos de lejos, daban la impresión de filas de soldados que descendían por las laderas en orden abierto. Rosalindo, en las primeras jornadas, encontró las chozas de algunos solitarios del Despoblado.
Bajaban por las laderas, como ovejas en tropel, blancas viviendas, medio ocultas algunas de ellas en los repliegues sombreados de verde. Por encima de las cumbres iba pasando la caperuza nevada del Teide como una cabeza curiosa, ocultándose o apareciendo, según el buque marchaba cerca o lejos de la costa.
Reformando su cauce en cada valle que limita la falda del monte, en cada hondonada que corta sus laderas, el agua de arroyos y torrentes quita á la nieve de las pendientes el cimiento que le servía de punto de apoyo. Bajo la acción de la gravedad, tienden entonces á desprenderse los aludes, y la montaña, como un ser animado, hace caer de sus hombros el nevado traje que la cubre.
No debía dormir; no quería dormir; lo ordenaba su voluntad... Y media hora después dormía profundamente, sin saber en qué momento se había dejado rodar por las blandas laderas del sueño. Despertó de pronto, como si le hubiesen asestado un mazazo en el cráneo. Los oídos le zumbaban... Era la brusca impresión del que se duerme sin deseo de dormir y se siente sacudido por la inquietud resucitadora.
El musgo de las laderas ahumaba bajo los tibios rayos del rebozado sol: de cada hilo de hierba pendía una gota de agua. Nuestros cazadores caminaban lentamente. El aliento que salía de sus bocas se cuajaba en la atmósfera.
Palabra del Dia
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