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Actualizado: 14 de junio de 2025
Pero ¡canario! exclamó D. Juan; Marianito, ¿por qué no lo ha dicho usted, hombre? Entiendo muy bien, señor Cura, lo que usted quiere darme á entender con ese cuento, ó lo que sea; pero como ya á lo hecho pecho, quisiera saber si le parece á usted bien que fíe sólo mi justificación y defensa á la misericordia de Dios, procurando alcanzarla por la intercesión del glorioso San Isidro.
Miraba las aguas deslizarse uniformemente, sin que el menor objeto alterase su superficie. Al fin se cansó de este examen sin más guía ni justificación que un presentimiento. «Este Federico se dijo me ha perturbado con sus desgracias. ¿Por qué pienso cosas absurdas?... Volvamos á casa. Me avisa el corazón que lo voy á encontrar cuando llegue. Habrá estado paseando por el otro lado del pueblo.»
Añádase a esto que Villavieja nunca ha podido agenciarse un valedor en Madrid ni en la capital de la provincia; que la carretera nacional pasa a media legua de distancia de la villa, sea porque los ingenieros no tuvieron noticia de nosotros cuando la trazaron, o porque nos concedieron escasísima importancia; que la provincia no ha querido construir ese pequeño ramal de empalme, y que este municipio no ha logrado mejorar debidamente la áspera senda que hace sus veces, porque siempre que lo ha intentado, no con gran empeño, ha nacido la sospecha en los de la Campada o en los de la Costanilla, de que el intento era cosa de los de la Costanilla o de los de la Campada, y se le ha llevado el demonio con las artes de costumbres; añádanse, repito, y ténganse presentes estos hechos y algunos más de su misma traza, que no necesito mencionar, y hasta resultará una justificación de la conducta de los villavejanos.
Consiguió juntar mas de 2,500 pesos, que devolvió á sus dueños, precedidas las diligencias precisas de justificacion de legitimidad, y entregó al juzgado de bienes de difuntos, sin mas cargo que el de rogar á los interesados mantuviesen á sueldo, por algunos dias á su costa, las milicias que tenia alistadas, con el fin de ahorrar á la real hacienda este gasto, á que se convinieron gustosos, en atencion á los muchos beneficios que les habia proporcionado.
La justificación del objeto amado es el mejor bálsamo que el afecto pueda encontrar para sus propias heridas: «¡Un hombre tiene que tener tantas cosas en la cabeza!» He aquí la creencia que le permite a una mujer conservar a menudo una fisonomía alegre, a pesar de las respuestas bruscas y de las palabras crueles de su marido.
Después de escritas las líneas anteriores, y durante mi última visita á España, si bien llamaban principalmente mi atención otros estudios, no dejó también de preocuparme la literatura dramática de este país; no sólo leí muchas obras de dramáticos españoles, de difícil conocimiento en cualquiera otra parte, sino adquirí también, ya haciendo investigaciones en los archivos y bibliotecas, ya por comunicármelas amistosamente los eruditos y literatos españoles, no escaso número de noticias, no utilizadas hasta ahora, y que pueden servir de complemento y justificación de mi Historia del Teatro Español.
Ame usted; pase las noches de claro en claro, estrujando la inspiración para fabricar sonetos amorosos; expóngase usted a los arrebatos de un papá indignado que quiere que la familia se retire pronto... ¿y todo para qué? para que ahora, despedido y olvidado sin justificación alguna, ella, la mujer de los ensueños e inspiraciones, la décima musa, le mirase con cara de pocos amigos, diciéndole con sus ojos desdeñosos: «¡Largo de aquí, trasto...! ¡No me importunes más!»
Al hablar de todo ello, debería empezar su discurso como el gracioso doctor de la ópera, exclamando: ¡udite o rustici! El título del libro del Sr. Gener lleva implícita la justificación contra todo lo que pudiera decirse acerca del mérito relativo de los personajes cuyos retratos literarios ha hecho.
Mientras el soldado alemán de baja clase pillaba lo que podía y fusilaba ebrio lo que le saltaba al paso, el estudiante guerrero leía en el vivac á Hégel y Nietzsche. Era demasiado culto para ejecutar con sus manos estos actos de «justicia histórica». Pero él y sus profesores habían excitado todos los malos instintos de la bestia germánica, dándoles un barniz de justificación científica.
Al dejar a un hombre que la traicionaba, podía haber encontrado alguna justificación, y, además, éste no había de echarle en cara la instabilidad de aquella fe a que había querido convertirle: por otra parte, en el caso de que hubiera querido dirigirla algún reproche, ella habría sabido cómo contestarle, dadas las circunstancias.
Palabra del Dia
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