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4 Y el tercer ángel derramó su copa en los ríos, y en las fuentes de las aguas, y fueron vueltas en sangre. 5 Y al ángel de las aguas, que decía: Señor, eres justo, que eres y que eras el Santo, porque has juzgado estas cosas; 7 Y a otro del altar, que decía: Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos.

Pronto me arrepentí de esta precipitada oferta, y la tuve por grandísima tontería en la parte que se refiere a juicios generales de crítica y a opiniones sobre el género literario que más se cultiva en España.

Cosa rara en una joven; gustaba de los libros serios y se perecía por los históricos. Había leído tres o cuatro veces la «Historia» de Alamán, y solía atreverse contra los juicios del célebre escritor, no sin gran disgusto de mi tía Pepa, para quien los dichos de don Lucas eran un evangelio. Discurría de historia patria con mucha donosura, sonriendo, sin fatuidades ni alardes de saber.

Fallos, juicios y opiniones oímos en el mundo que nos parecen atinados y justos, y los acogemos ligeramente, los repetimos, los hacemos nuestros, y suele suceder que más tarde caemos en la cuenta de que hemos repetido una tontería. Linilla así la llamé en lo de adelante no volvió a tocar el punto, y siempre se mostró conmigo afable y satisfecha.

Dios, de seguro, nos ayudará. Dios, en sus altos juicios, permite el martirio de los inocentes dijo profundamente el padre Aliaga ; somos muy pocos los leales; muy pocos los que servimos como Dios manda á nuestros reyes... luchamos y lucharemos... si caemos en la lucha, habremos caído cumpliendo con nuestro deber. Pero aprovechemos el tiempo, señora; ¿qué pasa en palacio?

Tenemos alguna idea de la negacion en general; este es un hecho primitivo de nuestro espíritu; sin él no son posibles los juicios negativos, ni nos seria dado conocer el principio de contradiccion: es imposible que una cosa sea y no sea á un mismo tiempo: no sea, aquí la negacion; luego es indudable que la concebimos.

Yo, señor mío, no tengo más que mi conciencia, obro segun mi conciencia, mi conciencia está satisfecha, y me importan un comino los juicios de fulano ó zutano. Mi conciencia, señor mío, ¡mi conciencia! , mi General, pero el pais... ¡Tu tu tu tu! El pais, ¿qué tengo yo que ver con el pais? ¿He contraido por ventura compromisos con él? ¿Le debo yo mi cargo? ¿Fué él quien me ha elegido?

98 Me has hecho más sabio que mis enemigos con tus mandamientos; porque me son eternos. 100 He entendido más que los ancianos, porque he guardado tus mandamientos. 101 De todo mal camino detuve mis pies, para guardar tu palabra. 102 De tus juicios no me aparté; porque me enseñaste. 103 ¡Cuán dulces han sido a mi paladar tus dichos! Más que la miel a mi boca.

Por esto la gente vulgar en sus juicios no suele pasar de la superficie de las cosas. Los grandes ingenios si no los acompaña un buen juicio, suelen caer en errores de mayor consideracion que los pequeños. Algunos Hereges han sido muy ingeniosos, pero la falta de juicio los ha hecho errar neciamente.

Si don Víctor hablaba a su lado, sin querer Ana seguía entonces el pensamiento de su esposo, y contra su deseo, la atención se fijaba en los juicios de Quintanar, y la inteligencia les aplicaba rigorosa crítica, un análisis sutil y doloroso para la enferma, que al pulverizar a pesar suyo las sinrazones del marido, padecía tormento indescriptible, en el cerebro según ella.