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Actualizado: 17 de junio de 2025


La capilla de la catedral se trasladó en masa al coro de San Isidro reforzada por algunas partes rezagadas de la última compañía de zarzuela, que había tronado en Vetusta. Los sermones se encomendaron a otro jesuita, el Padre Martínez, que vino de muy lejos y cobrando muy caro.

Y ábrazados llorarán lágrimas de perdón exclamó el padre muy conmovido y cruzando las manos. ¡No! gritó Navarro, y aquella sílaba sonó como un tiro. El jesuita se quedó perplejo, mirando a su amigo con espanto.

Para verificar lo que os digo, coged su sotana, llevadla á la primera barrera del reyno de los padres, é informaos si es cierto que mi amo ha muerto á un jesuita. Poco tiempo será necesario, y luego nos podeis comer, si averiguais que es mentira; pero si os he dicho la verdad, harto bien sabeis los principios de derecho público, la moral y las leyes, para que nos hagais mal.

No sabía ella misma por qué se acordaba antes del Padre Arrigoitia que de Miranda; pero es lo cierto que su temor principal era darse de manos a boca con el afable jesuita, que le diría sonriendo: «¿De dónde bueno, hijaHostigada por tales imaginaciones, se levantó tambaleándose, y diciendo entre dientes: No es justo que la muerta esté sola....

Pero la persona más digna de mención entre los que visitaban a la hermosa señora era un jesuita del colegio Imperial, llamado el padre Gracián, hombre de mucha piedad y oración. Decían algunos que de la amistad del buen religioso con Genara iba a salir la conversión de esta, o sea su entrada en las buenas vías católicas.

A Dios sean dadas... contestó el jesuita afablemente . Vamos, no afligirse, mi señora Doña Lucía... al contrario. Estamos de enhorabuena. No... no, si es de gozo contestó la enfermera. Y como la sotana negra y el alto talle fajado se alejasen, hizo suavemente: ce, ce. El jesuita se volvió. Yo también, Padre Arrigoitia, me quiero confesar, pronto, pronto.

El jesuita contemplaba las viñas con el éxtasis de un hombre acostumbrado a vivir dentro de vulgares edificios, sin ver más que de tarde en tarde la grandiosidad de la naturaleza.

No oía al jesuita, oía la elocuencia silenciosa de aquel hecho patente, repetido siglos y siglos en millares y millares de pueblos: la piedad colectiva, la devoción común, aquella elevación casi milagrosa de un pueblo entero prosaico, empequeñecido por la pobreza y la ignorancia, a las regiones de lo ideal, a la adoración de lo Absoluto por abstracción prodigiosa.

Miranda tendió la vista por todos lados, hincó sus pupilas en su mujer, en el jesuita, en el doctor.... Después cogió a estos dos de la mano y les rogó tartamudeando, que le concediesen una conferencia de algunos minutos. Pasaron a la habitación inmediata, y Lucía quedó sola con el cadáver. Pudo creer que era terrible pesadilla todo lo ocurrido.

Adquiría Jerez inmensa riqueza con la fama universal de sus vinos, y sobre las techumbres de las bodegas alzábase dominadora la iglesia del jesuíta. Descubría Bilbao sus minas y en seguida se presentaba el ignaciano á pedir su parte, levantando la universidad y el templo; la fábrica de autómatas y la tienda donde se vende la salvación eterna.

Palabra del Dia

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