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Actualizado: 17 de junio de 2025


El P. Jesuita Jaime Planas los llama «negros aborígenes de Mindanao», opinión idéntica á la del jesuita P. J. B. Heras confirmada por el etnógrafo francés Mr. Montano. La etimología viene á corroborar esta opinión, demostrando que el nombre de dichos negritos se deriva de Banua tierra, país; mamanua «habitantes del país», con una trasformación fonética de b en m.

El hijo, envejecido, con el pecho lleno de medallas, sin más vida intelectual que las reuniones de cofradía, confiando su porvenir y su voluntad al jesuita introducido en la familia por la madre, mientras el padre sonríe amargamente, reconociendo que es de otro mundo, de una generación que se va: la que logró galvanizar la nación por un momento con la protesta revolucionaria.

Que Pipaón visitaba casi diariamente a su antigua amiga y paisana no hay para qué decirlo. Por añadidura, el excelentísimo D. Juan Bragas había simpatizado mucho con el jesuita Gracián.

Quedamos, pues, en que existen las cartas y en que os habéis visto y hablado en el jardín de Las Arenas. ¡Si es inútil negar! ¡Si yo todo lo por el pajarito!... Y el jesuíta insistía complacido en aquella ñoñez del pajarito, como si fuese un supremo rasgo de ingeniosa malicia.

Se debe esta conversión a cierto Padre jesuita, de nación española, que llegó a esta ciudad, procedente de Filipinas y se detuvo algún tiempo entre nosotros. Era varón tan ilustrado, tan piadoso y tan elocuente y melifluo, que logró convencerme. Dios le bendiga y se lo pague. Callo su nombre, porque de seguro no te importa y porque no quiero lastimar su extremada modestia.

No dexes de representarles, dixo Candido, que es una inhumanidad horrible el cocer la gente en agua hirviendo, y accion de mal cristiano. Señores, dixo alzando la voz Cacambo, vms. piensan que se van á comer á un jesuíta; y fuera muy bien hecho, que no hay cosa mas conforme á justicia que tratar así á sus enemigos.

Miráronse uno y otro, al pronunciar estas palabras, con un pasmo y una alteracion que no podian contener en el pecho. ¿De qué pais de Alemania es vm.? dixo el jesuita. De la sucia provincia de Vesfalia, replicó Candido, natural de la quinta de Tunder-ten-tronck. ¡Dios mio! ¿es posible? exclamó el comandante. ¡Qué portento! gritaba Candido. ¿Es vm.? decia el comandante.

Dejemos ahora a esta digna familia, para quien parecerán siempre pocas todas las bendiciones del cielo, y sigamos al venerable jesuita, cuyos pasos son ahora del mayor interés.

A la reunión de las señoras habían de asistir como directores é inspiradores el Padre Paulí, un jesuíta batallador, que estaba de moda en el púlpito y el confesonario, y Fermín Urquiola, que era su hombre de acción, «mi brazo derecho», según decía aquel tribuno de la Compañía.

Un jesuita amenazó con horribles fusilamientos, más tarde realizados; hubo cabecilla que, habiendo licenciado en Pascuas de Navidad sus tropas, las congregó a toda prisa; se armó el Maestrazgo; creció el peligro en Cataluña y llegaron las boinas blancas hasta más acá del Ebro.

Palabra del Dia

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