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Actualizado: 17 de mayo de 2025


A la otra mañana, cuando después de la solemne misa de réquiem que hizo celebrar la marquesa en Zumárraga, volvió el jesuita a Loyola, oyó que las campanas de la iglesia tocaban también a muerto... Había fallecido aquella noche el padre Mateu; encontráronle al amanecer ya frío, tendido en su lecho.

Si surgía una huelga, apedreaban los conventos de la Orden; si al ir en manifestación por la calle veían á un cura, lo silbaban y lo perseguían; en sus mitins, cuando querían insultar á uno de sus opresores, le llamaban jesuíta. ¿Qué daño podían hacer los Padres á toda aquella gente que pedía aumento de jornal ó menos horas de trabajo?

De nuevo fijó en ella su mirada el jesuita, y prontamente, acercándose a su oído y silabeando como en el confesonario, murmuró: Ahora que esa pobrecita se ha muerto... ya sabe usted mi consejo, ¿verdad? ¡Tierra en medio, hija! Esta vecindad... estos aires no le convienen. A León.... Si me envían allá... la he de felicitar.

El jesuita durmió después de estudiar y de mortificarse, y abandonó de madrugada el lecho. Esto se repetía diariamente, mes tras mes, año tras año. En sus explicaciones filosóficas, Gracián realizaba el prodigio de volver claro lo oscuro y de hacer ver las honduras de aquella ciencia, iluminando la superficie con la luz de un método admirable y de un decir ameno.

Un jesuita misionero, que fué al campo español con algunos Checheheches y Tehuelches convertidos, representó vivamente que aquella condicion era indigna é inadmisible, no evitando por este medio un próximo rompimiento.

No peligraba la salud de su alma ni traía ningún grave pecado que la abrumase con su peso. Pero el jesuíta quería que se le dijera todo, absolutamente todo lo que alteraba el pensamiento de sus penitentas, único medio de que éstas fuesen bien dirigidas, y ella llegaba para una confesión extraordinaria, como esposa y como madre cristiana.

El jesuíta la comparó en una reunión de señoras con las mujeres fuertes de la Biblia y con un sinnúmero de santas, todas princesas ó consejeras de reyes. «Con señoras tan valerosas, pronto volverá el reinado de Jesús sobre la tierraUrquiola era otro panegirista que en las reuniones de jóvenes católicos ensalzaba, entre risas, la gran treta que su tía había jugado á aquel marido gigantón con cara de vinagre.

Sonó al cabo de una hora una campanilla dentro del cuarto, y la marquesa y el otro jesuita se apresuraron a entrar... El padre Mateu estaba sentado a la cabecera del lecho, extenuado y jadeante, como si en aquella hora escasa hubiera perdido el corto resto de fuerzas que le quedaban.

Cacambo que no se atosigaba por nada, sin inmutarse cogió la sotana del baron, se la echó á Candido encima, le puso el bonete de Teatino del cadáver, y le hizo montar á caballo: todo esto se executó en un momento. Galopemos, Señor: todo el mundo creerá que es vm. un jesuita que lleva órdenes, y ántes que vengan tras de nosotros, estarémos ya fuera de las fronteras.

Cercábanlos unos cincuenta Orejones desnudos, y armados con flechas, mazas y hachas de pedernal: unos hacian hervir un grandísimo caldero, otros aguzaban asadores, y todos clamaban: Un jesuita, un jesuita; ahora nos vengarémos, y nos regalarémos; á comer jesuita, á comer jesuíta.

Palabra del Dia

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