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Actualizado: 30 de junio de 2025


Temía que hubiese algo de conmoción cerebral; pero probablemente concluiría todo con una fuerte jaqueca. También propinó el bromuro potásico a fuertes dosis, y a la primera toma se adormeció el herido, pronunciando palabras sueltas, de las cuales nada pudo sacar en claro la señora de Jáuregui. ¡Y a todas estas la otra sin parecer!

Durante la comida no había dicho una palabra; tenía el color arrebatado, estaba muy inquieto, dando a cada instante suspiros hondísimos. Cuando subió a acostarse no tenía ya el rostro encendido, sino de color de cola. «¿Tienes jaquecale preguntó su mujer, viéndole desplomarse en una silla y apoyar la cabeza en las manos.

Lo primero que notó Arturito, con desagradable sorpresa, aunque parezca extraño y nada compasivo, fue que la Sra. de Figueredo debía de estar aquella noche muy poco atormentada por la jaqueca, porque en vez de hallarla en vaporoso deshabillé, de bata, peinada muy al descuido y recostada o casi tendida en su chaise-longue, la encontró bastante atildada y compuesta, con traje casi de ceremonia, y sentada en un sillón, como si fuese a recibir una visita de mucho cumplido.

Verán ustedes cómo nos dice que esto no es nada. Yo tuve una cosa semejante cuando aprendí el punto de Flandes. Sentí de repente una perturbación rarísima en la vista; luego empecé a ver los objetos partidos por la mitad. Todo paró en un fuerte dolor de cabeza. Jaqueca oftálmica llaman a eso.

Cuando Maximiliano iba con jaqueca a la casa de su amante, esta le cuidaba casi tan bien como la propia doña Lupe, y hacía los imposibles por conseguir que no metieran bulla los chicos de la huevera. Esto lo agradecía tanto el enfermo que se le aumentaba el amor, si fuera capaz de aumento lo que ya era tan grande. Observó con satisfacción que Fortunata salía a la calle lo menos posible.

Llegada la noche le servían una cena, que no quiso probar, y al fin, sola, encerrada, abrumada por la pena, el cansancio y la jaqueca, se recostó en la cama, donde su cerebro le reprodujo una, dos, tres veces o más, la serie de impresiones y sucesos que hemos referido.

Esta casa es ordinariamente muy silenciosa; pero cuando hay ruido, parece que se hunde el mundo. ¡Figúrese usted qué nos importará a nosotros que cumpla no cuántos años ese señor Emperador, a quien parta un rayo! ¡Valiente jaqueca nos dio anoche!... Pase usted. Hoy le encontrará un poco aturdido a consecuencia de la mala noche». Don Evaristo se hallaba ya en lastimoso estado.

No le puedo ver; pero el agradecimiento...». Es triste cosa vivir de esta manera, aborreciendo y agradeciendo. Ya ves cuánta desgracia, cuánta miseria hay en este mundo, niña mía... Bueno, pues sigo diciéndote que aquella infeliz pareja me dio la gran jaqueca.

Una jaqueca le cuesta a Rosita prosiguió don Modesto. Su excelencia suplica al señor comandante que se sirva pasar a su habitación dijo entonces un criado.

En suma, Emma se vio con bastante menos caudal que su padre, pero ella apenas lo supo casi, porque la daban jaqueca los papeles, síncopes los números y grima la letra de los curiales. Allá el tío, decía siempre que se trataba de intereses. Ella no entendía de nada más que de gastar.

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