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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Su habitación está al otro extremo del edificio. Hace más de seis meses que no hemos vivido juntos ni nos hemos visto, fuera de las horas de comer. ¡Qué triste papel para el cabeza de familia! ¿verdad? dijo con forzada risa; pero me alegro de verte, Jacobo, me alegro inmensamente de verte. E inclinose sobre el borde de la cama, para estrechar la mano de Melín, que permanecía mudo.
En el bolsillo de su levita se encontró la declaración de Lea probando la inocencia de Jacobo, que fué enviada á la embajada francesa por la policía de Londres. Vesín marchó á París, á fin de activar la revisión del proceso. Los Harvey en su yate y Marenval, Tragomer y la familia de Freneuse en el Magic, se habían dirigido á Cowes.
Jacobo de Lerne, al entrar, contempló aquel cuadro de santidad, que hubiera podido hacerle creer, al menos así se lo figuraba Juana, que las circunstancias eran más serias e importantes que lo que podría haberse imaginado. Sin embargo, pareció que no se había sorprendido, ni mostrose contrariado; púsose a acariciar a Roberto, cual si no lo hubiese llevado otro objeto.
Hasta que salgamos de las aguas francesas. Una vez en las aguas neutras tomaremos nuestra marcha de paseo. ¿Y cuándo estaremos fuera do todo peligro? Hacia las doce de la noche. En ese caso, ¿le parece á usted que comamos? Á fe mía que me vendrá muy bien. Este baño me ha abierto un apetito feroz. ¿Llamamos á Jacobo? No; dejémosle tranquilo.
¡Por vida de!... Prevengamos á la policía inglesa, exclamó Marenval con la violencia de un hombre á quien se discute una victoria que considera ya obtenida. No nos dejemos vencer á última hora por ese malvado. Se burlarían de nosotros. No tengáis miedo, dijo Jacobo; he tomado mis precauciones. Lea se ha comprometido á permanecer encerrada en su casa y á no recibir á nadie hasta esta noche.
Al decir esto Cristián prorrumpió en una carcajada. Ya no era el frío y tranquilo Tragomer, del que se burlaban amablemente las muchachas por encontrarle demasiado reservado. La sangre asomaba á su tez y sus ojos brillaban. Se volvió hacia Marenval, que no acertaba á decir palabra, y continuó: Hace dos años que Jacobo está agonizando bajo el peso abrumador de una condena no merecida.
Así, a despecho de su indulgencia para todos los que le amaban y mucho le quería el anciano pastor, Domingo le trataba un poco como a un viejo cuervo charlatán: «Está bien, está bien, tío Jacobo, le decía, hasta mañana», y trataba de continuar el paseo.
En todo caso, corrí gran riesgo de ser despreciado á causa de ese maldito asunto! replicó Marenval con aire ofendido. Así, podéis creer que la cosa me hizo brotar canas... ¿Dónde las tienes? ¿Te las tiñes? ¡Para no exponerlas á enrojecer! Pero, eso sí, cumplí mi deber con la familia de Freneuse, pues me puse á la disposición de la madre del desgraciado y culpable Jacobo.
Y tarde y apresurado llegaba, en efecto, Jacobo en aquel momento por el extremo de la galería, airosamente terciada la capa blanca de santiaguista con que encubría su pintoresco uniforme de maestrante de Sevilla.
Sorege se volvió hacia miss Maud y dijo con imperturbable audacia: He prometido á usted pruebas, miss Harvey, y suceda lo que quiera, se las daré. Saludó á Julio Harvey con un movimiento de cabeza y mirando despreciativamente á Tragomer, á Marenval y á Jacobo, dijo en tono altanero: ¡Nos veremos, señores! No se lo deseo á usted, dijo Marenval con desdén.
Palabra del Dia
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