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Actualizado: 14 de mayo de 2025


La sangre entera de Jacobo refluyó en su rostro, y por uno de esos brutales impulsos con que, en el hombre de la naturaleza y no de la civilización se manifiesta el instinto, hizo ademán de arrancárselas a la dama.

No tengo nada que decir á usted, miss Maud, sino que Jacobo de Freneuse no ha cesado de afirmar su inocencia y que algunos amigos suyos no han creído en su culpa, á pesar de las apariencias y á pesar de las pruebas. ¿Y usted es de esos amigos? , soy uno de ellos. ¿Y no ha hecho usted nada hasta ahora para probar que no se engaña? ¿Qué he de hacer? La justicia ha pronunciado su fallo.

Al verle entrar la marquesa, tendióle la mano con grande afecto, diciendo cariñosamente: ¡Adiós, Jacobo!... ¿Cómo te va?... Pero, ¡Dios mío! ¡Si por ti no pasa el tiempo!... Te encuentro lo mismo, lo mismo que cuando nos vimos hace cinco años en Bruselas. ¿Te acuerdas?

La deducción no era muy lógica que digamos, pero don Jacobo pasó por ella, y alargó la cantidad al peticionario. El cuento de la parienta está muy gastado añadió a modo de comentario. ¿Por qué no dices que quieres reponerte jugando al faraón? ¡Ya sabemos que no estás casado!

El tío Frasquito, resignado con el giro clásico que tomaba la leyenda, convino con Jacobo la hora en que habían de hacer al otro día la trascendental visita, porque el arrepentido esposo quería marchar a Biarritz cuanto antes.

Sentía rebosar en su pecho los sentimientos de despecho, celos, y odio que se condensaban hacía tanto tiempo contra su mujer y contra Jacobo de Lerne, y resolvió poner término a sus relaciones, vengándose a un mismo tiempo de ambos. Era hábil en el manejo de la, espada, y aunque bravo por naturaleza, no se sentía con humor de despreciar aquella ventaja.

Jacobo permanecía meditabundo ante el pavoroso problema que se planteaba y Marenval tomó la palabra: Observe usted, querido, que lo verdaderamente raro en este asunto es que hay en él un verdadero desafío al buen sentido.

Cristián se estremeció pensando que si Jacobo volvía á caer en manos de sus guardianes le estaba reservada igual suerte, é instintivamente palpó en su bolsillo el revólver que había puesto en él antes de salir.

Los ojos de Sorege aparecieron chispeantes y sus labios temblaron, como si fuese á dejarse llevar á alguna declaración imprudente. Pero logró dominarse, dió tres pasos para dejar á Tragomer y volviendo en seguida hacia él, le dijo: ¡Cada cual es dueño de su destino, Tragomer! Si el desgraciado Jacobo estuviese aquí, él mismo te lo atestiguaría.

Jacobo... ¡Jamás! ¡Jamás! ¡Prefiero entregarme, que me prendan, que me juzguen, que me maten! Cometer semejante infamia... ¡No! ¡No! Una infamia semejante á la suya... No hará usted más que corresponder, sencillamente... ¡Cuántos escrúpulos, cuando él ha tenido tan pocos! ¡

Palabra del Dia

hociquea

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