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Actualizado: 14 de mayo de 2025
28 Y aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro y a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar. 29 Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente. 30 Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías;
Pero amarla y verla un día tras otro día seguir en este talante, como lo está haciendo, y que yo no ponga la más leve cortapisa... ¡esto es lo que me mata! Pero me alegro de verte, Jacobo, me alegro infinitamente. Y tentó en la oscuridad, hasta que pudo estrechar la mano de su confidente.
Descuide usted, Butrón, pero le encargo también que no tarde en mandármelas si las recibe usted primero. ¡Oh! replicó Butrón con mucha galantería . Imposible es que Jacobo cometa semejante pifia...
Tenga cuidado con ese equipaje, coronel dijo el conductor con afectada solicitud, siguiendo con la vista al coronel Estrella, que marchaba tristemente a la retaguardia de la triunfante procesión. Don Jacobo no se detuvo a comer. Su caballo le esperaba ya con todos sus arreos.
¡Ya lo crreo que soy tu amigo, Jacobito! ¿Lo dudas?... Y lo fui de tu padrre, y de tu abuelo... Quierrro decirr... a tu abuelo lo conocí siendo yo una criaturrra... Perrro hay ciertas cosas... ¿Pero qué cosas?... ¡Dilas, hombre, dilas!... Pues mirrra, Jacobo, la verdad... Tu mujerr ha dado mucho que hablarr en todas partes... ¿De veras?...
Siempre está con Benito arriba, Benito abajo... Diógenes gritó desde su asiento: Pero, Villamelón..., quiero decir, ¡majadero!... ¡Si no se llama Benito!... ¡Ay! Es verdad, que era... ¿Cómo era?... Jacobo. ¡Eso es, Jacobo!... Pues dispensa, Jacobo; pero tengo una memoria infelicísima, y lo peor es que cada día se me va debilitando...
Ante todo, mi querido amigo; ¿se acuerda usted en sus líneas principales, á bulto, del proceso de Jacobo de Freneuse? No sólo me acuerdo de las grandes líneas, sino de todos los detalles, dijo Vesín. Verán ustedes por qué.
Quedóse Jacobo estupefacto al oír tales noticias, y cogiendo a Diógenes por un brazo, exclamó muy inmutado, como si aquella inesperada catástrofe política tuviera para él gran importancia: ¿Pero qué estás diciendo?... ¡Eso es imposible! ¡Polaina!... Ven acá y te lo dirá quien lo sabe.
Pero si no la veía, oía su voz, que cantaba la hermosa melodía de la plegaria. Con mucha frecuencia había oído cantar á Lea cuando iba á su casa con Jacobo, pero no reconocía su voz. Era la misma y no lo era, así como la cara de Jenny era la de Lea y sin embargo se diferenciaba de ella en ciertos detalles.
Echó una ojeada á los dos hombres, reconoció al visitante extranjero y al marinero que llevaba la caja y no se movió. Tragomer, lívido de emoción y con el corazón agitado, se llevó la mano al casco de corcho y dijo al pasar: Buenas tardes. Buenas, respondió el centinela. Jacobo estaba en la calle mas no, todavía, fuera del presidio. Había que pasar las fortificaciones.
Palabra del Dia
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