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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Una ardilla, desde lo alto del árbol en que tenía su morada, charlaba en són de cólera ó de alegría, porque una ardilla es un animalito tan colérico y caprichoso que es muy difícil saber si está iracundo ó de buen humor, y le arrojó una nuez á la cabeza.
El juicio terminó, desairosamente para el iracundo prelado, por fallo del Consejo de Indias.
El chico, al oírla, miró iracundo a su madre y a Jacobo, haciendo un gesto amenazador, en que se veía palpitar el hombre bajo la frágil envoltura del niño. ¿Qué? gritó Jacobo desafiándole . Nadie te ha llamado aquí... ¡Vete! Inyectáronse en sangre los ojos del niño, y dio tan fuerte golpe con el tiento, que lo rompió en dos pedazos. ¡No me da la gana! gritó.
¡Aquí tienes a este morral! bramaba el tabernero . Ha estao hecho un maleta. ¡Y para esto me gasto yo el dinero!... Levantábase iracundo el temible garrote, y el hombre vestido de seda y oro, el que había asesinado poco antes a dos pequeñas fieras, intentaba huir, ocultando la cara tras un brazo, mientras la madre se interponía entre los dos. Pero ¿no ves que viene herido?
Guisar los pollos es un agravio manifiesto contra la naturaleza. ¿Qué nos traeis aquí con vuestra naturaleza, y vuestros pollos? repuso el iracundo Egipcio: nosotros adoramos un buey, y comemos vaca. ¡Un buey adorais! ¿es posible? dixo el hombre del Ganges. ¿Y cómo si es posible? continuó el otro: ciento treinta y cinco mil años ha que así lo hacemos, y nadie entre nosotros lo lleva á mal.
Allí tambien reverberó tu lumbre Cuando bajó rodando de la cumbre Desmelenado el iracundo leon, A par que retumbaba en la eminencia El grito atronador de independencia Que repetia el mundo de Colon.
Séneca había compuesto un elocuentísimo discurso contra la ira, lo cual de nada sirvió, ya que no se sabe de sujeto alguno que haya dejado de ponerse iracundo y de hacer mil barbaridades, convencido y corregido por los razonamientos de Séneca.
22 El hombre iracundo levanta contiendas; y el furioso muchas veces peca. 23 La soberbia del hombre le abate; pero al humilde de espíritu sustenta la honra. 25 El temor a los hombres es peligroso; mas el que confía en el SE
Desde sus altos recodos veíamos los abismos inmensos en cuyo fondo se despeña el rio, iracundo y desbocado, despertando con el ruido de sus cascadas los mil ecos de las montañas.
Gustaba de atravesar las aguas de los torrentes furiosos, o de volar sobre las olas del Oceano iracundo; me encontraba ufano de ejercitar mi fuerza contra los corrientes rapidas; gustaba durante la noche de observar la marcha silenciosa de la luna y el curso brillante de las estrellas; miraba fijamente los relampagos durante las tempestades hasta tanto que mis ojos quedasen deslumbrados, o bien escuchaba la caida de las hojas cuando los vientos del otono venian a despojar los bosques.
Palabra del Dia
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