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Actualizado: 22 de junio de 2025


A mi lado había un hombre borracho, vestido de negro, con el sombrero ladeado y una flor roja en el ojal. Se levantó de su silla y se acercó a sonriendo. Yo le miré de mala manera y, como estaba iracundo, le pregunté: ¿Qué pasa? ¿Qué quiere usted? El sonrió estúpidamente. ¿Marino? me dijo después, en inglés, señalándome con el dedo. , marino le contesté yo . ¿Y qué?

Ya que se atreve a desafiarme, ¿tendré acaso que recordarle un incidente que parece haber olvidado muy cómodamente? ¿No recuerda de cierta noche, no muy lejana, en el parque de Mayvill, cuando intentó usted cometer un crimen infame y brutal, no recuerda? Dio un salto sobresaltado, luego me miró iracundo, brillando en sus ojos el fuego del odio criminal.

Era el jabalí de la Iglesia, que al verse en terreno favorable, en aquella tierra donde crecía frondoso el bosque de la fe y de la sumisión ciega, saltaba iracundo, repartiendo colmillazos á todos lados. «A los enemigos de la religión, palo», decía con fiera arrogancia, que enardecía á su laico auxiliar Fermín Urquiola. No perdonaba medio para propagar sus belicosos propósitos.

, una carta contestó ella. ¿Por qué mentías? exclamó el marido con iracundo acento, temblándole la barba y los celosos labios. No lo que dije cuando me lastimaste en el brazo replicó Lucía recobrando su entereza ; lo cierto es que eché una carta ahora mismo. ¿Y por qué no me la diste a ? ¿Por qué te vienes ... sola? Quise echarla yo misma.

Ni sueñes que la gloria te sonría; que la revolución es el castigo que Dios a un pueblo delincuente envía. La fiebre de odios que tu pecho agita ya es más que fiebre vértigo iracundo, cráter que horrores sin cesar vomita. ¿Porqué, porqué, escandalizando al mundo, se ensaña hasta en el mismo sacerdote tu rencor despiadado y furibundo?

Con frecuencia, se presentaban á Desnoyers algunos de los peones mestizos á los que suponía la malicia pública en íntimo parentesco con el estanciero. «Patroncito: dice el patrón viejo que me cinco pesosEl patroncito respondía negativamente, y poco después se presentaba Madariaga, iracundo de gesto, pero midiendo las palabras, en consideración á que su yerno era tan serio como él.

El devoto Caragòl era iracundo y malhablado como un profeta cuando consideraba en peligro su fe. «¿Quién era el hijo de pulga que se atrevía á dudar de lo que él había visto?...» Y lo que él había visto era la fiesta de los peixets, que se celebraba todos los años, oyendo á doctísimos varones el relato del milagro en la capilla conmemorativa edificada al borde del barranco.

Carlos de Ohando y algunos condiscípulos suyos, carlistas que se las echaban de aristócratas, comenzaron a proteger al Cacho y a excitarlo y a lanzarlo contra Martín. El Cacho tenía un juego furioso de hombre pequeño é iracundo; el juego de Martín, tranquilo y reposado, era del que está seguro de mismo.

Francamente, yo no considero como ingénito aquel iracundo temperamento, sino, antes bien, creado por los disgustos que la ocasionó la desabrida profesión de su esposo; y es preciso confesar que no se quejaba sin razón, pues aquel matrimonio, que durante cincuenta años habría podido dar veinte hijos al mundo y a Dios, tuvo que contentarse con uno solo: la encantadora y sin par Rosita, de quien hablaré después.

No seas así le dijeron por lo bajo las costureras. No me da la gana. ¿Queréis dejarme en paz? les respondió ella en voz baja también, mas con acento iracundo. ¿No quieres ir? preguntó don Rosendo con afectada severidad. ¿No quieres ir? La niña permaneció inmóvil y silenciosa. ¡Pues sal de aquí ahora mismo! ¡Quítate de mi vista!

Palabra del Dia

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