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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Con despecho, noté que Pablo bailaba a menudo con Blanca y que a mi me invitaba pocas veces y sin mucho entusiasmo ni insistencia. Redoblé mi coquetería para atraer su atención; pero poco se le importó. Su corazón y su mente estaban lejos de mi, y me arrinconé en un ángulo de la sala, negándome rotundamente a bailar más.
La naturaleza, como en todas partes, ha determinado todos los fenómenos característicos del país catalan. La naturaleza, pues, invitaba á los Catalanes á buscar la costa marítima para ponerse en relacion con el mundo. Teniendo á la mano los puertos, los Catalanes hallaban la mas vasta via para su expansion social ó sus cambios.
Lo propio pasaba con su modo de vivir; no invitaba nunca a nadie a que salvara su umbral, y no salía nunca a vagar por la aldea para beber un jarro de cerveza en la taberna del Arco Iris o charlar en casa del carretonero.
En un billetito perfumado, muy perfumado, y las armas de la noble casa de Peñarrubia estampadas en lacre de color rosa, invitaba la condesa a comer a su entrañable amiga Elena. «Cherie: Ya que tu señor marido te ha dejado hoy por aquellos bichos tan feos que guarda en el Sotillo, ven a alegrar unos instantes esta humilde casita comiendo conmigo esta noche. A las ocho.
Anochecía, seguía lloviendo, los mozos de servicio encendían dos o tres luces de gas en el salón, y Quintanar conocía por esta seña y por el cansancio, que le arrancaba sudor copioso, que había hablado mucho; sentía entonces remordimientos, se apiadaba de Mesía, le agradecía en el alma su silencio y atención, y le invitaba muchas veces a tomar un vaso de cerveza alemana en su casa.
Maltrana, que se había familiarizado con él atrevidamente desde los primeros momentos, creyendo encontrar en su vaga nacionalidad cierto perfume de sinagoga, le invitaba a monstruosas partidas de poker, en las que debían arriesgarse miles y miles de francos. Y lo decía con un aplomo desdeñoso, como si tuviese a su disposición todos los millones encerrados en el fondo del buque.
Durante el viaje tuvo ocasión de frecuentar el trato del virrey, que le tomó algún cariño y lo invitaba a veces a comer en palacio... Pero caigo en cuenta que estoy hablando del virrey sin haberlo presentado en forma a mis lectores. Hagamos, pues, conocimiento con su excelencia.
En dicha carta la decía tendría sobre anclas el barco hasta abarrotar sus bodegas y cubierta de madera, y aprovechando la circunstancia de la larga estadía, y la proximidad del cafetal al fondeadero donde hacía su carga el velero Neblí, invitaba el capitán á sus antiguas y leales amigas á pasar unos días á bordo.
No podía, por tanto, recibir aquí mucha gente y, exceptuando el señor Tragomer y el señor de Sorege, no conocíamos á sus amigos. Á los demás los veía en el círculo, en el teatro, en las carreras, en sociedad. Bien sabe usted que él iba á todas partes, que todo el mundo le invitaba y que él no se hacía rogar cuando se trataba de reír y de divertirse. Era muy vehemente, ¡Oh!
Algunas señoras se llevaban a los ojos una punta del guante, y en el paraíso, un vejete lloriqueaba metiendo la nariz en el embozo de la capa para sofocar sus gemidos. Los vecinos se reían. ¡Vamos hombre, que no era para tanto! La representación seguía su curso en medio de los ecos del entusiasmo. Ahora el heraldo invitaba a los presentes, por si alguno quería defender a Elsa. Bueno, adelante.
Palabra del Dia
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