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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Al salir, di al inválido que me acompañaba una moneda de veinte francos. No la quiso. Le insté; no la quiso. Volví á instarle, casi le supliqué; no la quiso. Esto no se encomia con palabras. El creerá que el Napoleon que allí tiene, vale mucho más que los cuatro napoleones que yo le daba, y cree muy bien. ¡Salud al viejo, al noble, al digno veterano!
Habló con la portera de una de estas viviendas. Su biznieto estaba en la escuela y la mujer de Alberto trabajaba en la fábrica. Fué luego á la tal fábrica, y el conserje, un inválido, le cerró el paso. Prohibida la entrada; ningún curioso podía introducirse en los talleres, porque en ellos se torneaban obuses.
Otras veces, jactanciosa como todo inválido, decía a su hija: «Sácateme de delante, que irrita el verte; de tu edad era yo una loba que daba en un cuarto de hora vuelta a una casa». Sólo echaba de menos la animación de su Fábrica, las compañeras. A bien que las vecinas de la calle solían acercarse a ofrecerle un rato de palique: una sobre todo, Pepa la comadrona, por mal nombre señora Porreta.
El P. Gil se dirigió a la puerta, pero cuando ya iba a trasponerla, D. Martín le gritó como si estuviese al frente de un batallón: ¡Alto! Hubo silencio embarazoso. El semblante de Osuna expresó malestar y vacilación. Nada, nada siguió el feroz inválido con su voz resonante de barba de teatro, no es usted hombre de honor, no tiene usted pizca de vergüenza si deja sin correctivo la ofensa.
En poco tiempo adquirió alguna destreza, al amparo de un cajista viejo casi inválido y de un chico listísimo, a quien años atrás conocimos y conoció mejor Mariano con el nombre de Majito.
Ella, seguida de su madre, acompañaba al herido para que pasease por el Bosque. Sus miradas se volvían fulminantes cuando, al atravesar una calle, automovilistas y cocheros no retenían su carrera para dejar paso al inválido... «¡Emboscados sin vergüenza!...» Sentía la misma alma iracunda de las mujeres del pueblo que en otros tiempos insultaban á René viéndole sano y feliz.
En el fondo dulce y cálido de un humano corazón ha hecho nido la paloma, mientras reza una oración por la viuda sin amores, y los hijos del inválido.
Con emplastos de cal y sinapismos de barro parecía un inválido de la arquitectura; y la fachada principal, renovada, recargada de adornos churriguerescos, sobre todo en la puerta y el balcón de encima, le daba un aspecto grotesco de viejo verde.
Pero al mismo tiempo brillaba sobre el honrado pecho del pobre inválido la cruz de honor ganada valientemente en el campo de batalla, como un diamante puro en un engaste deteriorado. Las mujeres, según el uso, asistieron de negro a la ceremonia; pero mudaron de traje para la fiesta. Marisalada iba de blanco. Tía María y Dolores llevaban vestidos que Stein les había regalado para aquella ocasión.
Cada cual en el mundo tiene su punto de vista especial; así, no es extraño que, miéntras un inválido erudito me explicaba con todo el entusiasmo posible lo mismo que cada día explica á todos los viajeros curiosos, considerando como semi-dioses á los personajes mas históricos, yo maldecia interiormente el genio destructor de esos gloriosos filibusteros á quienes las naciones llaman almirantes cuando les dan el encargo de ir á ensangrentar los mares con sus atroces combates, no contentos los gobiernos con ensangrentar la tierra.
Palabra del Dia
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