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Se habían unido los dos, hombro con hombro, como intimidados por el ambiente religioso de la noche y el aleteo de la poesía que se agitaba en torno de ellos... Experimentaba Ojeda una sensación de descanso al lado de esta mujer infeliz; una impresión de paz y dulce anonadamiento igual a la que buscaban los antiguos libertinos, huyendo de los desengaños de la vida para reposarse como eremitas entre las gentes humildes.

25 Y confiado en esto, que quedaré, que aún permaneceré con todos vosotros, para provecho vuestro y gozo de la fe; 26 para que puedan gloriarsen más en Cristo Jesús por mi venida otra vez a vosotros. 28 y en nada intimidados de los que se oponen; que a ellos ciertamente es indicio de perdición, mas a vosotros de salud; y esto de Dios;

Los sobrinillos venían a él intimidados por los adornos brillantes de su vestidura, tocándolos con admiración, sin atreverse a hablar; la bigotuda de su hermana le daba un beso con gesto de terror, como si fuese a morir; la mamita se ocultaba en los cuartos más obscuros. No; no quería verle, sentíase enferma.

El común entusiasmo confundíales con los otros señores, grandes comerciantes o funcionarios públicos, que discutían con ellos acaloradamente las cosas del toreo, sin sentirse intimidados por su aspecto de pedigüeños. Todos, al ver al espada, le abrazaban o le estrechaban la mano, con acompañamiento de preguntas y exclamaciones. Juanillo... ¿cómo sigue Carmen? Güena, grasias.

Y al mismo tiempo se siente empujado con fuerza prodigiosa. Martín abre la puerta; y, mostrando con el puño de la fusta la obscuridad de la noche, se planta en medio de la sala. ¡Vamos! ¡fuera! grita con una voz que hace temblar los vasos sobre la mesa. Los bebedores, jóvenes calaveras en su mayor parte toman sus sombreros y se retiran intimidados; apenas se oye un murmullo ahogado.

Cuando el Capellanet, con sus entusiasmos de aprendiz, se aproximaba al verro éste dignábase sonreír, viendo en él a un pariente próximo. Los mismos atlots que habían hablado del noviazgo con el siñó Pep parecían intimidados por la presencia del Ferrer.

Al hablarle de sus miserias solicitaban una limosna, o, más audaces, le pedían, en nombre de su afición, un billete para la corrida, con el propósito de revenderlo inmediatamente. Gallardo se defendió riendo de esta avalancha que le empujaba y oprimía, sin que bastasen a libertarle los dependientes del hotel, intimidados por el respeto que inspira la popularidad.

Se decía sólo partidario del orden y del derecho. Esta tendencia oficial contenía un tanto los avances y rabiosos desmanes de antimilitaristas y anarquistas. «La paz reinaba en Varsovia»... ¡Felizmente para el Tandil! Intimidados por la tormenta de las «pasiones populares» y deseosos de evitarla, Adolfo Itualde y sus hermanas refugiáronse en su casa-quinta.

Cazaba, galopaba por los caminos del distrito, distribuía justicia en el patio de la casa lo mismo que su padre; sus tres pequeños, intimidados por sus largos viajes a Madrid y más familiarizados con los abuelos que con él, colocábanse cabizbajos en torno de sus rodillas, aguardando en silencio el beso paternal; todo cuanto le rodeaba estaba al alcance de su deseo, y, sin embargo, no era feliz.