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A corta distancia una mujer con el pelo suelto, rodeada de cuatro niñas y un pequeñuelo, todos manchados de negro, como si surgiesen de un depósito de carbón. La mujer hablaba elevando las manos, dando gemidos que interrumpían su relato, dirigiéndose inútilmente á los soldados, incapaces de entenderla.

Intentaba explicarse, pero á las primeras palabras le interrumpían: Es verdad... Usted es extranjero. Lo decían con cierta envídia.

El lugar en que se sentaron era una pequeña hondonada, atravesada por un arroyuelo que se deslizaba sobre un lecho de hojas de árboles. Las ramas caídas de estos árboles interrumpían de trecho en trecho la corriente del arroyuelo, que formaba pequeños remolinos aquí y allí, mientras en otras partes se deslizaba á manera de un canal sobre un lecho de piedrecitas y arena.

Cuando entró en casa de la de Barrientos, no se atrevió pasar del vestíbulo, porque oyó mucho holgorio en la sala: voces y carcajadas y bailables tocados al piano, que se interrumpían para cantar nombres, aclamados y festejados con risas y redobles de teclas.

Los hombres interrumpian sus trabajos durante la indisposicion mensual de sus mugeres, y no se atrevian á emprender cosa alguna mientras permanecian viudos. A pesar de la diferencia de lenguage, los Cayuvavas se parecen demasiado á los Moxos, en el carácter y otras circunstancias físicas y morales, para que no pertenezcan á la misma rama que estos.

El paralítico leía por un libro; la ciega escuchaba y a menudo interrumpían la lectura para reír y comentar con admiración los pasajes que más les agradaban. Aquella simple y tranquila felicidad hirió a Tristán como una bofetada en tal momento. Los contempló con ojos cargados de desdén y de cólera y al fin se alejó murmurando: «¡Qué par de imbéciles

Las muchachas no interrumpían ya su charla al entrar él para dirigirle miradas de admiración; en cambio las madres le consultaban a menudo sobre sus jóvenes subordinados en busca de novia rica; le trataban como hombre serio, y el mismo embajador le llamaba a la mesa de juego diciéndole: «Venga usted, mi querido Candore; esto es propio de nuestra edad», aunque Su Excelencia no había pasado de los cuarenta...

Calló por miedo a su padre, temiendo su explosión de cólera al ver engañada la ciega confianza que tenía en el maestro. Se sumió en una pasividad de bestia resignada y siguió acudiendo todos los días a casa de Boldini, sufriendo aquellas lecciones que se interrumpían con acometidas de valetudinario ardoroso o pegajosos halagos de refinada corrupción.

Nuevo silencio, que una y otra interrumpían para decir una frase vulgar sobre la vida del campo, el trabajo que da una mudanza... La de Vargas pensaba: Ni una palabra me ha dicho de Pablo, ¡qué mala es!... y tanto hablar de su estado de fortuna: sin duda teme que yo le pida algo; me guardaré bien de hacerlo. ¡Ay! ¿por qué habré venido?

Empezó á anochecer en el profundo barranco; de las charcas surgió un hálito hediondo, la respiración venenosa de la fiebre palúdica. Las ranas cantaban á miles, como si saludasen á las primeras estrellas, contentas de no oir ya los tiros que interrumpían su croqueo y las obligaba á arrojarse medrosamente de cabeza, rompiendo el terso cristal de los estanques putrefactos.