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Actualizado: 18 de mayo de 2025
BEAUVALLON. ¡Qué desabrida eres...! ¡Así recibes a tu antiguo compañero, a tu interlocutor en «La Caja Fauré»...! LA CHOUTE. ¡No tengo tiempo de charlar, amigo mío...! ¡Vuelve más tarde, a las seis, cuando esté cerrada la tienda...!
Y el pobre gigante de los ojos encarnados, en vez de desdeñar la pregunta impertinente de su interlocutor, contestaba con amabilidad: Bart arratzean amaiquetan Zurriyolaco arroquetan.
En el tono de estas palabras hubo tal acento de sarcasmo, que Cristián apretó los puños de rabia. Su interlocutor parecía decirle: "¡Busca, desgraciado, que no encontrarás nada! No me cogerás en ningún renuncio. Hace una hora que te traigo y te llevo contándote mentiras para hacerte descubrir á Juana Baud, que es un personaje real, en cuya autenticidad te vas á estrellar."
Mostrábase preocupado; buscaba evasivas para no contestar á derechas: sus misterios y reticencias daban á su interlocutor una confusa alarma. Al fin tuvo D. Fadrique que dejar partir al fraile, sin averiguar nada más que lo que ya sabía. Se pasaron horas y horas, y aunque se tendió en la cama, no pudo dormir. Mil tristes ideas le atormentaban y desvelaban.
No, yo no soy exigente respecto a la manera de vestir de los jóvenes que me placen; pero, hay dos cosas que estimo mucho: un buen bailador cuando bailo y un interlocutor amable cuando hablo. Y como usted está de mal humor hoy, suya es la culpa si le dejo. Dicho esto, alegremente, con la dulce entonación que le era habitual, María Teresa se esquivó y corrió a reunirse con sus amigas.
» ¡Pobrecilla, y con qué decisión me lo dice! » Como todo cuanto te he dicho y prometido. » Mira que si me arguyes de ese modo, vas a hacerme perder la cordura que necesito para que el consejo sea digno de quien me le pide. » Pues venga pronto el consejo..., porque no respondo de mí. »Omito, en obsequio a la brevedad, la ortografía que usábamos mi interlocutor y yo para este lenguaje hablado.
Al decir estas palabras, mi interlocutor me vio hacer un gesto de sorpresa, y se detuvo para preguntarme la causa. No es nada respondí. Pero en aquel momento, recordé, a pesar mío, el hombre negro de que había hablado el hostelero la noche anterior. »¡Diez años repuso Yago fríamente es mucho! Es pagar muy cara una cosa tan pequeña. Pero no importa, acepto los diez años.
La señorita Margarita, insistiendo con una coquetería afectuosa y solícita de la que parecía sorprendido su mismo interlocutor, le dijo, que indudablemente tenía aún tiempo de ir á su casa, vestirse y volver á buscarlas. Se le aguardaría á comer. El señor de Bevallan objetó, que todos sus caballos de tiro estaban en el pajar, y que no podía volver á caballo en traje de baile.
Gustábale oír desarrollar sus sistemas a los materialistas y librepensadores, y su silencio burlón hablaba elocuentemente, mientras observaba a su interlocutor juntando las cejas de tal modo que le ocultaban los ojos casi por completo. Y luego con la mayor tranquilidad, les replicaba: ¡Caramba! señor, ¿sabéis que os admiro? Habéis llegado casi a la perfecta humildad del Evangelio.
Con una sola de las cosas que habéis dicho, señor Velasco contestó Ramiro con sorna, cualquier hombre se hiciera rey del mundo. ¡Rey del mundo, rey del mundo... Raimundo! musitó pensativamente su interlocutor.
Palabra del Dia
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