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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Cuando me contesten manden la carta á la posada de Felisa, en la Puerta Nueva, que allí la recogerá la muchacha. Adiós, queridos padres. Muchos besos, muchos, muchos. Un silencio profundo interrumpido solamente por los sollozos de la tía Felicia siguió á la lectura de esta carta. El tío Goro y Nolo quedaron largo rato inmóviles con la cabeza baja y mirando al suelo.
Permanecían inmóviles en los apartaderos de las estaciones, cediendo el paso á los convoyes militares. Y cuando al fin, molidos de cansancio, medio asfixiados por el calor y el amontonamiento, entraban los fugitivos en París, á media noche ó al amanecer, no sabían adonde dirigirse, vagaban por las calles y acababan instalando su campamento en una acera, como si estuviesen en pleno desierto.
Su alma de mujer de teatro se emocionó lo mismo que cuando se presentaba en las tablas á recibir aplausos. Todos estos hombres se habían levantado en plena noche y estaban allí por ella; los cobres y los parches sonaban para saludarla. La disciplina mantenía los rostros graves y fríos, pero tenía la certeza de que la encontraban hermosa y que detrás de muchas pupilas inmóviles se agitaba el deseo.
Y era preciso que el recuerdo de aquella figura venerable estuviese aún bien presente en el pensamiento de Grano de Sal y del señor Durand, porque permanecieron un buen rato inmóviles ante el banco. Me parece estarle viendo aún dijo el señor Durand. Y a mí también respondió Grano de Sal. Un rumor sordo anunció la llegada del señor Karadeuc, el párroco. Primero ofició y después subió al púlpito.
Efectivamente, ni el malacara de Ricardo, ni el overo de Lorenzo parecieron darse por entendidos de la carga que tenían, pues quedaron inmóviles en el mismo sitio, sin dar señales de vida.
Cuénteme usted, Casildita, cómo ha pasado esto. En fin, no hay más que conformarse. Gregoria y Casilda en un rincón, rodeadas de media docena de inmóviles fantasmas, contestaban a cada saludo con una nueva explosión de sollozos, y a esto se seguía un tan furioso sonar de narices del concurso, que no parecía sino que estaban todas acatarradas.
Nosotros andábamos, andábamos sin detenernos. Considerando que lo mejor que podía hacer era seguir a mi viejo acompañante, mis alas se desplegaban a compás de las suyas, para replegarse y quedar inmóviles tan pronto como él se detenía.
Hubo un instante en que ambos permanecieron inmóviles mirándose a los ojos. Al fin García se dirigió con paso precipitado a la puerta. Antes de traspasarla se volvió y con los ojos llenos de lágrimas le dijo: ¡Que no te tome Dios en cuenta, Tristán, la injusticia que estás cometiendo! Tristán sólo entró en el comedor para despedirse de su mujer y besar a su hijo.
El marido, que arrastraba mucho el pie izquierdo y parecía también imposibilitado del brazo correspondiente, se apoyaba en el de su esposa. Esta era alta, rubia, corpulenta y sus ojos abiertos, inmóviles, mostraban que estaba ciega. Ninguno de los dos pasaría de treinta años. ¡Pero qué sorpresa! dijo Elena besando con efusión a la ciega y estrechando la mano sana del paralítico.
Aquella mujer lloraba silenciosamente; de tiempo en tiempo un sollozo desesperado hacía desgarrador su llanto. En la alcoba, sobre un reclinatorio delante de una virgen de los Dolores, había una lamparilla encendida. Fuera de la alcoba, junto á la puerta, estaban sentadas dos dueñas silenciosas é inmóviles. Pasó algún tiempo así.
Palabra del Dia
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