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Actualizado: 28 de junio de 2025


No se esfuerce en negarlo: nada tiene de raro que me traten de ese modo... ¡Las mujeres estamos tan expuestas á la calumnia!... ¡Nos creamos tantos enemigos al no querer acceder á ciertos deseos! Elena había tomado un tono de dulce ingenuidad al formular sus quejas, como si estuviese bajo el peso de las más injustas persecuciones.

Mucho le amargaban y atormentaban las injuriosas frases, justas con él e injustas con la marquesa, con que la Caramba le arrojó de su casa; pero más le compungió y más honda herida hizo en su corazón lastimado, un escrito que le dirigió la Caramba, arrepentida de las injurias.

Un hombre que se conforma con obedecer a leyes injustas, y permite que pisen el país en que nació los hombres que se lo maltratan, no es un hombre honrado. El niño, desde que puede pensar, debe pensar en todo lo que ve, debe padecer por todos los que no pueden vivir con honradez, debe trabajar porque puedan ser honrados todos los hombres, y debe ser un hombre honrado.

¡Ah! perfectamente replicó la vizcondesa , así nos juzgan ustedes... ¡no hay mujeres honradas!... y si se encuentra una de la que por casualidad no dudan ustedes... entonces es que ha nacido así como hubiera podido nacer tuerta... no hay mérito porque no ha habido ni tentación, ni lucha, ni nada... ¡Ay, Dios mío! ¡qué duro de oír es eso, y cuán ligeras, injustas y crueles son esas apreciaciones!

De aquí, sin duda, las acusaciones que he oído lanzar contra la obra de usted, y que yo considero esencialmente injustas, aunque algo fundadas en varios irreflexivos atrevimientos. La novela de usted no es sólo cuestión de ambiente, sino también cuestión de todo lo cuestionable. Bien puede afirmarse que es usted un escritor muy sugestivo de cuestiones.

Así, el aristocratismo sabio de Renán formula la más explícita condenación del principio fundamental de la democracia: la igualdad de derechos; cree a este principio irremisiblemente divorciado de todo posible dominio de la superioridad intelectual, y llega hasta a señalar en él, con una enérgica imagen, «las antípodas de las vías de Dios puesto que Dios no ha querido que todos viviesen en el mismo grado la vida del espíritu» . Estas paradojas injustas del maestro, complementadas por su famoso ideal de una oligarquía omnipotente de hombres sabios, son comparables a la reproducción exagerada y deformada, en el sueño, de un pensamiento real y fecundo que nos ha preocupado en la vigilia.

Yo le aseguré que los españoles les echaríamos de España, y él me contestó que parecía probable, porque la guerra iba tomando mal aspecto; pero que esto sería un mal para nosotros, porque de venir otra vez Fernando VII, España seguiría con su mal gobierno y con las muchas cosas perversas, injustas y anticuadas que hay aquí.

Le estaba vedado por lo tanto contraer justas nupcias. Pero no pensaba que le estuviesen vedadas igualmente las injustas. En todo el valle no existía hombre más enamorado ni que poseyese armas amorosas de más alcance. Sus conquistas se contaban por docenas. Habitaba en el caserío de Iguanzo, del lado de allá del río, frente por frente de Entralgo.

Pero la había traicionado para defenderla contra injustas y crueles imputaciones, para volver la calma a un desdichado en la desesperación, en fin, y, sobre todo, para conjurar el inminente peligro de un deplorable desafío. Beatriz, que la escuchaba con apasionado interés, no respondió sino cubriendo de besos la mano de su amiga.

Mientras el hombre gobernase, las leyes serían injustas, la vida ordinaria una batalla de hipocresías y egoísmos, y la guerra la única solución de todas las cuestiones. Había que vencer al hombre, había que dominarlo, obligándole á bajar del pedestal que él mismo se había erigido. La única solución era tenerle en un estado dependiente é inferior, igual al de la mujer durante siglos y siglos.

Palabra del Dia

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