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Actualizado: 19 de junio de 2025
Entre las numerosas imágenes que adornaban su cuarto, la viejecita reverenciaba muy en particular un san Antonio de talla, recuerdo de mi tía y muy milagroso, según fama, pues no había objeto perdido que no pareciese en cuanto le encendían una candela. El santo, obra de un artista ingenuo, habitaba en una urna de hojalata con portezuela de vidrio.
Completan el admirable cuadro de la humanidad vetustense el D. Víctor Quintanar, cumplido caballero con vislumbres calderonianas, y su compañero de empresas cinegéticas el graciosísimo Frígilis; los marqueses de Vegallana y su hijo, tipos de encantadora verdad; las pizpiretas señoras que componen el femenil rebaño eclesiástico; los canónigos y sacristanes y el prelado mismo, apóstol ingenuo y orador fogoso.
Aquel lenguaje me resultaba tan nuevo, era tal la naturaleza de sus confidencias, que desde luego experimenté una gran confusión, como al contacto de una idea completamente incomprensible. ¡Y bien! le dije, porque no hallé en mi mente más que esa exclamación de ingenuo. Pues nada más. Es todo lo que tenía que comunicarte, Domingo. Cuando a tu vez me pidas que te escuche, sabré hacerlo.
No era esta para muy aplaudida, del lado de que Juan la encaminaba entonces, y tan hermosas cosas fue diciendo, con aquel arrebatado lenguaje suyo, que se le encendía y le rebosaba en cuanto sentía cerca de sí almas puras, que Pedro y Adela, ya un tanto reconciliados, vinieron discretamente a oír aquel nuevo género de música, no señalada por el artificio de la composición ni pedantesca pompa, sino que con los ricos colores de la naturaleza salía a caudales de un espíritu ingenuo, a modo de confesiones oprimidas.
El Renacimiento fundado en el estudio de la antigüedad, fue revolución provechosísima al arte, porque le enseñó a amar la belleza sin cuidarse de su origen: pero haciendo que prevaleciese la fantasía sobre la piedad, le robó en general y en particular a la pintura ese algo misterioso e ingenuo independiente de toda condición externa que seduce y cautiva aun a los adoradores de la forma.
Entonces comenzó esa hermosa época de noviazgo, exquisita, época sin igual en la vida. Nada tan delicioso como esos días de amor ingenuo, de fe, de ilusiones completas y de niñerías. ¡Ah, cuánto compadezco a los que no han amado así! ¡Cuánto compadezco a los que se dejan arrastrar por sus locuras lejos del hogar común y del amor legítimo!
La frágil delicadeza de la joven hubiera necesitado una protección más varonil, un brazo más robusto, un apoyo más firme que el de aquel lindo joven un poco enfermizo. ¡Y qué contraste en lo moral, entre aquel gastado, aquel escéptico ávido y lascivo bajo su corrección altanera, y el corazoncito ingenuo, tierno y confiado que se entregaba a él tan cándidamente!
Pero en realidad tú no puedes comprender eso. ¿Quién sabe? repliqué en mi inocencia. Mucho he leído ya sobre eso. En resumen prosiguió él, yo era entonces más o menos tan ingenuo como tú ahora. Y hoy, ¿sabes? hoy, si hablo, la menor palabra me vincula a ella, con cadena indisoluble, y para siempre. ¿Entonces, no quieres vincularte? le pregunté con sorpresa.
Es claro que no les he repetido sílaba por sílaba cuanto hemos hablado, pero tengo la certeza de que si don Casiano vive veinte años, durante ellos la Pampita se conservará igual. ¡Qué se va a conservar!... ¡no seas ingenuo!... mantiene una actitud simpática, porque es inteligentísima, para hacerse más interesante, pero ha comprendido que tú eres un gran partido y no lo perderá.
Parecía no tener edad; lo mismo podía ser de veinticinco que de sesenta años. Lo único que se conservaba fresco en ella eran los ojos, unos ojos que aún tenían el resplandor ingenuo de la adolescencia, y miraban de frente, con la serena confianza de la virgen fuerte.
Palabra del Dia
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