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Actualizado: 19 de junio de 2025


¡Cuando te digo que no he tenido ninguno!... protestaba ella . Créeme: has sido el primero y serás el último. Ponía en sus ojos el asombro ingenuo y en su voz la infantil humildad de la mujer que necesita ser creída... Ojeda también necesitaba creer. ¡Para qué fatigarse en esta cacería del pasado!

Y el ingeniero, conmovido por estas palabras, en un arranque ingenuo de agradecimiento, intentó coger las manos de su amada.

Era un rey patriarcal, en el Oriente indeterminado e ingenuo donde gusta hacer nido la alegre bandada de los cuentos. Vivía su reino la candorosa infancia de las tiendas de Ismael y los palacios de Pilos. La tradición le llamó después, en la memoria de los hombres, el rey hospitalario. Inmensa era la piedad del rey. A desvanecerse en ella tendía, como por su propio peso, toda desventura.

Y aún tienen más: brazos marmóreos, frescos como rosas salpicadas de rocío; senos sobre los cuales el gran Praxíteles modeló su copa, que es la línea más pura y más ideal de la antigüedad... Los senos, en otra era, en la idea de ese ingenuo anciano que los formó, que fabricó el mundo, y de quien una enemistad secular me veda pronunciar el nombre, eran destinados a la nutrición augusta de la humanidad; hoy, ninguna madre racional los expone a esa función deterioradora y severa, sirven sólo para resplandecer entre encajes a la luz de las «soirées» y para otros usos secretos.

Es, sin duda, ingenuo aquel «libre por los principios y por propensión, mi estado natural es la libertad»; frase que sería una manifestación de la voluntariedad de su espíritu si tuviese sentido.

La verdadera diversión consiste, pues, en la observación del público ingenuo, alegre, bullicioso como los niños de un colegio en la hora de recreo.

Y en aquel punto mismo, Alfonso dejaba de ser, en el palacete gris, con caperuza de pizarra, mientras en el aire flotaba el último verso del ingenuo romance infantil: «Cuatro duques la llevaban por las calles de Madrid

¿Y si no se trata de un daltónico? ¡Bah... bah... bah!... ¡No seas tan ingenuo, Ricardo! ¡Si en lo moral todos somos daltónicos! ¡Y todo el talento consiste en saber emplear los colores complementarios! Convéncete: todos somos daltónicos. De manera que, según tu teoría, el amor...

Facundo Quiroga es, empero, el tipo más ingenuo del carácter de la guerra civil de la República Argentina; es la figura más americana que la revolución presenta.

Porque las rúas de la corte son mares procelosos por donde bogan estos navegantes en busca del vellocino, que suele hallarse en la gaveta de algún amigo ingenuo y sentimental.

Palabra del Dia

rigoleto

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