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Actualizado: 19 de junio de 2025
y es justo que la patria agradecida, por quien supistes inmolar la vida, ¡guarde en su seno tu mansión postrera...! Noviembre, 1920. En vano tu recuerdo y tu nombre esclarecidos indignas almas viles intentan olvidar; los signos de tu gloria quedaron esculpidos en páginas eternas del libro universal.
A la noticia de esta visita, Adela exclamó: «¡Que ese monstruo no venga aquí, porque me encontrará muerta!» Ya ves, Eduardo, si soy dichoso y si Adela es digna de mí. Ella no había consentido en recluirse más que por deferencia a su madrina, cuya ternura y buenas intenciones no podía desconocer, y por su cariño abnegado hacia mí, que la he calumniado. ¡Olvida, olvida mis indignas sospechas!
Pudiéranse atajar, si la diversidad de cabezas que habia en nuestro ejército, tuvieran entera autoridad con los súbditos, y ellos estuvieran unidos; porque siempre, que un Príncipe usa de trazas tan indignas de su obligacion, como fué dar á los Catalanes moneda tan falta por su antiguo precio, y no mandar con universal edicto que la recibiesen todos los súbditos de su Imperio al mismo precio, es dar ocasion cierta de venir á rompimiento el pueblo y la milicia.
Llegó á noticia de los Catalanes de Thracia como Berenguer estaba detenido en Génova, en cárceles indignas de su persona, sin tratar de darle libertad, y determinaron de comun parecer, ya que por las armas no se podia intentar, suplicar al rey de Aragon Don Jaime interpusiese su autoridad con los de aquella república.
Para rechazar el argumento, de que estas nuevas costumbres eran indignas del templo del Señor, se sostuvo que podían servir de enseñanza y fortificar la fe del pueblo, que asistía á tales representaciones.
Beruete, fundándose principalmente en esta misma consideración, sostiene que las apreciaciones allí consignadas son indignas de un pintor de la talla de Velázquez, a quien no supone autor ni siquiera inspirador de tales párrafos.
De un día a otro y durante un tiempo no breve, nadie reconocía en él al mismo hombre y, abandonó las compañías indignas, luego de los entretenimientos viles; por una reacción que no se había podido prever, no vivió sino de sueños, de puras contemplaciones, en adoración muda y discreta; a todo eso no lo animaba otro propósito que el de hacerse digno de ser amado por medio de una vida ejemplar.
La humildad cristiana, esa virtud que nos hace conocer el límite de nuestras fuerzas, que nos revela nuestros propios defectos, que no nos permite exagerar nuestro mérito, ni ensalzarnos sobre los demas, que no nos consiente despreciar á nadie, que nos inclina á aprovecharnos del consejo y ejemplo de todos, aun de los inferiores, que nos hace mirar como frivolidades indignas de un espíritu serio el andar en busca de aplausos, el saborearse en el humo de la lisonja; que no nos deja creer jamas que hemos llegado á la cumbre de la perfeccion en ningun sentido, ni cegarnos hasta el punto de no ver lo mucho que nos queda por adelantar, y la ventaja que nos llevan otros; esa virtud que bien entendida es la verdad, pero la verdad aplicada al conocimiento de lo que somos, de nuestras relaciones con Dios y con los hombres; la verdad guiando nuestra conducta para que no nos extravien las exageraciones del amor propio; esa virtud, repito, es de suma utilidad en todo cuanto concierne á la práctica, aun en las cosas puramente mundanas.
Pues bien, debo decir que estoy profundamente cansada y herida de todo esto; se lo aseguro. Y cuando en este momento acaba de ofrecerme en prenda, su honor de gentilhombre, que le ha permitido hacer tantas cosas indignas, tengo sin duda el derecho de no creer en él, y no creo.
Así con mucha frecuencia le ocurría, por su misma ingenuidad, que se le escapaban reflexiones indignas, según le decía Zoraida, en una chica de su edad. Pero prosiguió: Sí, Julio debe tener sus asuntos; pero es tan reservado, tan raro, que nadie puede sacarle nada. La festejó un tiempo a Elisa Jiménez.
Palabra del Dia
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