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De sus labios estaría pendiente el Congreso entero, unas veces convencido, otras veces indignado; pero siempre bajo la influencia poderosa de aquel chorreo de elocuencia. ¡Inútil afán el suyo! Cuanto más miraba y más quería oír, menos hallaba lo que iba buscando. Había allí verdadera fiebre habladora; pero ¿quién de los que hablaban valía el trabajo de ser oído diez minutos con paciencia?

Y paseábase indignado, especialmente al quejarse de los olvidos del sábado. Bien se notaba en el aspecto de su persona, que parecía dividida en dos partes.

Su hija también acogía con afecto al señorito, tuteándolo como en los tiempos de su infancia, y riendo todas sus gracias. Era el amo de Rafael, y algún día sería ella su sirvienta en aquel cortijo, que veía a todas horas con la imaginación, como el nido de su felicidad. De la juerga escandalosa que tanto la había indignado contra el aperador, apenas si se acordaba.

¿Por qué? les preguntó Traga-santos sorprendido é indignado, tanto más, cuanto que entonces reparó que cada lugareño tenía una piedra en la mano. La culpa tiene ¡voto á bríos! el que se fía...

¿Me lo dejarás?... Ya sabes que allá en la Marina los hombres se hacen fuertes como el bronce. ¿De veras que me lo dejarás?... Dudaba de su influencia ante el gesto indignado de la suave doña Cristina. ¿Confiar su nieto al Tritón, para que le infundiese el amor á las aventuras marítimas, lo mismo que á Ulises?... ¡Atrás, demonio azul!

La primera vez que hablé en casa del marqués, fue tomando punto de no qué suceso parlamentario de aquellos días, y se mostró muy indignado con «los meeroodeadooores del campo de la política, peste de los tiempos aztuales..., y tal y demás». Después se fue viendo que llamaba merodeador al lucero del alba, y que sin el apoyo de la otra muletilla, era hombre al suelo en cuanto «rompía a hablar».

¡Por Dios, que cuidasen de Pascualet ante todo!... Y el hermano mayor, indignado por los relatos de los pequeños, prometía una paliza á toda la garrapata enemiga cuando la encontrase en las sendas. Todas las tardes, apenas don Joaquín perdía de vista el grupo, empezaban las hostilidades.

Y cayó Juanito debajo de la mesa. A todos había indignado su discurso, menos a Mesía que extendiendo su mano hacia él, exclamó: ¡Perdonadle... porque ha bebido mucho! Ese Juanito decía el coronel a don Frutos el americano me parece un gran pedante. Es un hambriento con más orgullo que don Rodrigo en la horca. Se habló de religión otra vez.

Y si por alguien se ha creído que yo puedo fraternizar con el escándalo, aunarme con la desfachatez y adherirme a la orgía, protesto indignado, que a muy otra cosa he venido aquí. Y creo llegado el momento de que se hable con alguna formalidad.

Deseaba batirse por la libertad de todos los pueblos oprimidos, por la resurrección de todas las nacionalidades olvidadas: polacos, checos, rutenos, yugo-eslavos... Y sencillamente, como si dijese algo indiscutible, incluyó á Cataluña entre los pueblos que lloraban lágrimas de sangre bajo los latigazos de la tiranía. Aquí saltó indignado su compañero el andaluz.