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Actualizado: 19 de julio de 2025
Mírame bien añadió el gitano poniéndose la punta de su índice en la frente amplia y despejada , mírame bien, para que te acuerdes del condenado y de su clemencia; pero como mañana podrías creer que se trataba de un sueño, he aquí lo que te probará la realidad de tu visión. ¡Adiós, valiente!
No hay otra colección igual, es la primera de Europa decía el tío Frasquito abriendo el libro sobre el caballete con el ardor de un amateur que luce sus aficiones. Y se puso a repasar el índice, porque estaba el libro dividido en varias partes: sellos reales, nacionales, particulares y misceláneas. El tío Frasquito buscaba en la miscelánea, y dio al fin con ellos, en la página 117.
¿En dónde principia esa Vírgen? No se sabe. Un ropaje magnífico oculta sus piés. ¿En dónde acaba? No se sabe. El dedo índice de su mano derecha señala á lo alto, y el cielo es un espacio que no tiene confines.
Y la esposa de Reynoso señalaba enérgicamente el suelo con su índice. Las mejillas de Tristán se tiñeron de carmín. Bueno: ¿se pone usted colorado? Mejor, así se demuestra que le queda todavía un poco de vergüenza... Saque usted el pañuelo y póngalo debajo que se va a manchar los pantalones en la arena. Tristán se arrodilló delante de su novia sonriente y ruborizado.
Este mismo vocablo significa en ilocano "un ancho de dedo". La verdad es que, turo pampango, significa más bien el ancho de dos manos puestas juntas una al lado de la otra; anchura total que también se mide por la distancia de la extremidad del pulgar y de la del dedo índice estendidos: de allí que este último recibió en tagalog el nombre de hintuturo.
Al alzarse, vio a Nucha también en pie, el índice sobre los labios. Perucho, que ayudaba a misa con desembarazo notable, se dedicaba a apagar los cirios, valiéndose de una luenga caña. La mirada de la señorita decía elocuentemente: «Que se vaya ese niño». El capellán ordenó al acólito que despejase. Tardó éste algo en obedecer, deteniéndose en doblar la toalla del lavatorio.
Otra ventaja esta afición á la lectura para el joven Desnoyers, que al abrir un volumen iba directamente á las últimas páginas ó al índice, queriendo «hacerse una idea», como él decía. Algunas veces, en los salones, había preguntado con aplomo á un autor cuál era su mejor libro. Y su sonrisa de hombre listo daba á entender que era una precaución para no perder el tiempo con los otros volúmenes.
Un día Paz, ya vestida para salir con su padre, estaba esperándole en el despacho, mientras Pepe, con la puerta de comunicación abierta, escribía en el cuarto de los libros papeletas para el índice. Paz leía un periódico, en pie junto a un balcón; Pepe, aprovechando la ocasión, la miraba disimuladamente, entre plumada y plumada. La muchacha era preciosa.
TERPSY. ¿Lo está usted viendo...? ¡Es lo que yo decía...! ¡Hace usted un ademán torpe, un ademán vulgar...! Parece que está usted disparando una pistola con su índice... ¡Eso carece de gracia...! LEA. ¡Yo me sirvo de mi índice como puedo...! LA SE
¿Yo graciosa?... ¡de ningún modo! Continúe usted su camino; entretanto yo voy a atravesar rápidamente el huerto para avisar a Martín. Iba a marcharse; de improviso se detiene pero se pone el índice sobre la nariz y dice: Espere; voy a pasar al otro lado para ir con usted.
Palabra del Dia
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