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Actualizado: 19 de julio de 2025
Liados en ella, no prestó atención a lo que el médico decía ninguno de los que podían volvérselas al cuerpo: ni el bronco abad de Ulloa, ni el belicoso de Boán, ni el Arcipreste, que siendo más sordo que una tapia, resolvía las discusiones políticas a gritos, alzando el índice de la mano derecha como para invocar la cólera del cielo.
Sin embargo, quiso agarrarse á un rayo de esperanza, sonrió, creyó que hermana Balî le daba una broma, bastante pesada, pero se la perdonaba de antemano si le decía que lo era; pero hermana Balî hizo una cruz con el pulgar y el índice y la besó, en prueba de que decía la verdad.
Don Custodio frotaba la yema del dedo pulgar contra las del índice y del medio. Algo de eso hay, algo de eso, creyó deber contestar Ben Zayb que, en su calidad de periodista, tenía que estar enterado de todo.
Estos hombres se engañan á sí propios, dijo el médico con alguna más vehemencia de la que le era natural, y haciendo un signo ligero con el dedo índice, temen echarse sobre sí la ignominia que de derecho les pertenece.
Luego su índice trazaba una raya en el aire pasando por encima del puerto, é iba á apuntar sobre la eminencia de la izquierda, ó sea el peñón de Mónaco, un edificio cuadrado y enorme que descendía sus muros hasta las olas, un palacio nuevo, cuya piedra guardaba aún la blancura de la estearina en esta atmósfera pocas veces rayada por la lluvia: el Museo Oceanográfico.
Más tarde, en tagalog, turo recibió la significación de apuntar, señalar, por ser sin duda acción para la cual se emplea el dedo índice. El sentido de muchas palabras me hace ver que las medidas las tomaban con el ancho de los dedos ó de las manos.
Pero de esta indiferencia del público le compensaban los elogios de sus compañeros de la Alta Cámara, a los que había regalado el libro y lo conservaban intacto sobre la mesa, sin cortarle las hojas; los sueltos laudatorios de los diarios, obra también de gentes que no hacían mas que pasear la mirada por el índice. El prólogo del jefe lo habían publicado todos los periódicos del partido.
Ahora sí que podía llamarlos a todos de verdad «mis queridos amigos». Sonreían algunas señoras, con el dulce reproche femenil que lamenta y celebra a un mismo tiempo las temeridades del valor, y le amenazaban cariñosamente moviendo una mano con el índice en alto. «¡Ah, calaverón!... ¡Mala persona!»
Ni hay que extrañarlo, pues un tal huésped, hecho tan dueño del alma, cómo no había de tener todo alborotos la casa? Lo contrario se hacía admirar en los conversos, redundando según se puede presumir, la paz y gracia del alma, en la gracia, compostura, serenidad, animosidad y consuelo del cuerpo, índice de la resignación, reconocimiento y esperanzas de Cielo que llevaban.
Don Carlos se dedicó a filósofo y a conspirador, para lo cual creyó oportuno pedir la absoluta. No hay que pensar que era tonto don Carlos, sino un buen matemático, bastante instruido en varias materias. Pudo reunir una mediana biblioteca donde había no pocos libros de los condenados en el Índice.
Palabra del Dia
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