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Un pueblo que tenga 300 indios de trabajo, y correspondiente número de indias, muchachos y muchachas, con un administrador de buena conducta, se puede regular la cosecha de un año bueno en los frutos siguientes: 800 arrobas de algodón, otras tantas de yerba, 100 fanegas de trigo, 200 de todas las demás especies de grano, incluso el maíz, 50 arrobas de tabaco, otras tantas de miel, y 15.000 varas de lienzo.

Charlamos; es decir, nos dirigimos uno al otro frases a medias palabras al uso campesino, esas interjecciones casi indias, breves y rápidas como las postrimeras chispas de los consumidos sarmientos. Al fin, pónese de pie el guarda, enciende la linterna, y piérdese su paso perezoso en la calma y obscuridad de la noche silenciosa...

Habíale dicho también el criado como iba proveído por oidor a las Indias, en la Audiencia de Méjico. Supo también como aquella doncella era su hija, de cuyo parto había muerto su madre, y que él había quedado muy rico con el dote que con la hija se le quedó en casa.

En su estirpe figuraban toda clase de glorias: amigos de monarcas; Adelantados que infundían miedo a la morisma; virreyes de las Indias, santos arzobispos, almirantes de las galeras reales; pero el alegre marqués daba de barato tantos honores y tan preclaros ascendientes, pensando que hubiera sido mejor para él poseer una fortuna como la de su cuñado Dupont, aunque sin las obligaciones y trabajos de éste.

HERRERA, Decada 4, lib. 2, cap. 4, fol. 26; cuya salida al nuevo Méjico por tierra, con tres compañeros, es uno de los mayores sucesos de las Indias, aun sin los prodigios que hicieron con los indios.

Don José habia trabajado en casi todos los puntos de España y de sus Indias después, encontrando pequeña su patria para su gloria, había ido a otros paises, hasta que, viéndose perseguido, tuvo que meterse en el barco negrero, cosa que le repugnaba profundamente por sus sentimientos de humanidad.

Escribió un drama heroico, un drama caballeresco, la epopeya de los conquistadores en las Indias vírgenes, con estrofas sonoras en las que vibraba un tintineo de espadas y corazas, y los profesionales recibieron sonriendo como hienas a este niño de buena familia que venía a quitarles el pan de la mesa. Muy bonitos los versos, pero «aquello no era teatro». Resultaba demasiado poeta para la escena.

Tratábase de un derecho que producia con corta diferencia un triésimo de darico; y como tanto el primer ministro de Indias como el nuestio sustentáron con dignidad los derechos de su amo respectivo, se inflamáron los ánimos, y saliéron á campaña de cada parte un millon de soldados. Cada año es necesario reclutar estos exércitos con quatrocientos mil hombres.

La perla de la mora Una mora de Trípoli tenía Una perla rosada, una gran perla: Y la echó con desdén al mar un día: «¡Siempre la misma! ¡ya me cansa verlaPocos años después, junto a la roca De Trípoli... ¡la gente llora al verla! Así le dice al mar la mora loca: «¡Oh mar! ¡oh mar! ¡devuélveme mi perla!» P/ Las ruinas indias.

Por último, ¿mi tío no volverá probablemente? dijo el joven. No volverá, caballero dijo otro de los oficiales , porque me han encargado que sirva la cena de su majestad. ¿Y dónde vive el duque de Lerma? ¡Toma! exclamó un pinche como escandalizado . En su casa; es menester venir de las Indias para no saber dónde vive el duque.