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Actualizado: 13 de julio de 2025


Las cortinas hermosas, las vidrieras de caoba en que están las filigranas de plata, los tejidos de fibras, las esencias de olor, los platos de esmalte y las jarras de barniz, los ópalos, los vinos, los arneses, los azúcares; todo tiene por adorno letras y figuras indias.

Por algún tiempo yo recibí cartas suyas, que mi madre me leía y yo no entendía, porque felizmente mi corazón dormía tranquilo sin que le despertasen amorosos cuidados; pero al año no vino de las Indias carta de Gaspar, y se esperó en vano que viniese, y tanto tiempo pasó, que se dio a Gaspar por muerto; y aconteció entonces que, pensando yo que por solamente se había partido a las Indias, y que yo, sin quererlo, había sido la causa de su desventura, empezó a labrarse en por él una primera afición y congoja; que se me representaba en sueños triste y enamorado, y tan macilento y pálido, que no parecía sino cosa del otro mundo.

Y sy os paresciere a propósito pedirla a my Señora la Condesa de Fuentes, o a my Señora la princesa de Ascoli, me remito: yo os assiguro que seria para my un gran presente. Ally he visto unos barrillejos de las Indias muy lindos, y aunque sea de un pote o hacerle hacer y adressar a posta, porque el ambar me dicen se mete en las costuras del barril y, no se como, que dura muchos años.

En cuanto al despojo, el que mas encuentra ese mas lleva, y al retirarse, llevando la presa, aunque maten á sus mejores amigos ó parientes, no vuelven á defenderlos, sino que cada uno procura caminar sin aguardarse unos á los otros, llevando á las indias con ellos para que estas se hagan dueñas de las poblaciones que invaden, y roben lo que pudieren, mientras ellos pelean.

El párroco les aseguraba que no habia tal, pero simple ó maliciosamente añadió, que habia cuatro europeos ya confesados. Los indios que no deseaban otra cosa, se encendieron en ira, y llenos de furor entraron en la iglesia por fuerza, abrieron las bóbedas, y las indias mas atrevidas que los hombres, penetraron lo mas oculto.

Hacia aquel ejido, en el cual había un poste con letrero anunciando venta de solares, caían las tapias de la huerta del convento, que eran muy altas. Por encima de ellas asomaban las copas de dos o tres soforas y de un castaño de Indias.

El Atlántico le conocía desde Islandia y las islas de Lofoden, hasta el Cabo de Buena Esperanza y el de Hornos. Sabía lo que son las tempestades del Pacífico y los tifones del mar de las Indias. Yurrumendi había visto mucho; pero más que lo que había visto, le gustaba contar lo que había imaginado. A Chomin Zelayeta y a nos tenía locos con sus narraciones.

Y otras veces se levantaba del sillón, como si le quemase: se apretaba las sienes con las dos manos, andaba a pasos grandes por la celda, y parecía como si tuviera un gran dolor. Era que estaba escribiendo, en su libro famoso de la Destrucción de las Indias, los horrores que vio en las Américas cuando vino de España la gente a la conquista.

Si estaba en Viena, cuando el rey Carlos de los españoles era emperador de Alemania, se ponía un hábito nuevo, y se iba a Viena. Si era su enemigo Fonseca el que mandaba en la junta de abogados y clérigos que tenía el rey para las cosas de América, a su enemigo se iba a ver, y a ponerle pleito al Consejo de Indias.

A las cuatro de la tarde llegó á este sitio el cacique Caullaman con 20 indios é indias, con el fin de hablarnos. Dia 23.

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