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Actualizado: 9 de junio de 2025


Tomás lo sintió mucho, pues comprendió al fin que poco o nada podía esperar ya de su hermano. En cambio Rosa tuvo una verdadera alegría. El indiano continuó visitándolos de vez en cuando, siempre para llorar alguna pérdida o quiebra de su caudal, con el objeto de que no se les pasase por la imaginación demandarle auxilios pecuniarios.

De lo cual se deduce que la honradez, la constancia y laboriosidad de un montañés, son tan grandes como su ambición. Nadie, en buena justicia, podrá quitar á esta noble raza un timbre que tanto la honra. Nuestro Andresillo, pues, vástago legítimo de ella, no bien supo hablar, ya dijo á su madre que él sería indiano.

Lo único que hacía era alargarle de vez en cuando la copa, diciendo con imperio: Eche usted vino. El indiano se apresuraba a cumplimentar la orden. La joven la apuraba de un trago, la ponía sobre la mesa y paseaba sus ojos altivos por los comensales, deteniéndose con insistencia en Amalia.

Y no se arruinó completamente la pobre familia para «echar de casa» á Andrés, gracias al generoso anticipo del indiano; de otro modo, hubiera vendido gustosa hasta la cama y el hogar. Los ejemplos de esta especie abundan, desgraciadamente, en la Montaña.

Pero al mismo tiempo era válida la voz de que la viuda del indiano aborrecía de muerte a Lancia desde la humillante farsa con que sus compatriotas la habían regalado al casarse. El hecho de no haber venido cuando la muerte de su padre, acaecida el año anterior, lo dejaba bien probado.

¡Suba el cañón, D. Cristóbal, suba el cañón! dijo el indiano echándole una mirada torva. ¿Cómo? ¿Tiene usted más?... Me alegro... Yo hablo por lo que dice la gente... Tengo quinientos mil pesos sin quitar un lápiz. Los tres amigos cambiaron una mirada significativa. Manuel Antonio, no pudiendo contener la risa, le abrazó exclamando: ¡Bien, Santos, bien! Eso del lápiz me enternece.

Los nobles ricos buscaban a las aristócratas ricas, sus iguales; los nobles pobres buscaban su acomodo en la parte nueva de Vetusta, en la Colonia india, como llamaban al barrio de los americanos los aristócratas. Un indiano plebeyo, un vespucio como también los apellidaban pagaba caro el placer de verse suegro de un título, o de un caballero linajudo por lo menos.

Pero cuanto más comedido se mostraba el indiano, tanto más insolente se iba haciendo el empleado del Tribunal de Cuentas. Sobre todo desde que Barragán se autorizó de sobremesa el dudar de la capacidad financiera de Juan Bautista Trúpita que había sido el protector del empleado en su juventud la rabia de éste ya no tuvo límites.

Granate quiso advertirlo, miró a Paco con recelo y volvió a mostrarse desconfiado y reacio algunos días. Llegó un momento, sin embargo, en que el indiano creyó en sus palabras. Fue después de haberle oído en el Casino desde una habitación contigua atacar duramente al conde de Onís. Aquel día se decidió a darle crédito y convino con él la manera de llevar a cabo la petición que le aconsejaba.

Lucrecia, de mejor barro que sus dos hermanos mayores en lo tocante a lo físico, al primer envite de un indiano de Villavieja, de esos que se van apenas venidos, dijo que ; y con tal denuedo y tan emperrado tesón, que a pesar de ser el indiano mozo de pocas creces, ínfima prosapia y mezquino caudal, y a despecho de los humos y de las iras del Bermúdez padre, la Bermúdez hija se dejó robar por el pretendiente, se casó con él a los pocos días, y le siguió más tarde por esos mares de Dios, afanosa de ver mundo y resuelta a alentar a su marido en la honrosa tarea de «acabar de redondearse» en el mismo tabuco de Mechoacán en que había dejado, trece meses antes, depositados los gérmenes de una soñada riqueza.

Palabra del Dia

rigoleto

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