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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Pilotos de los mares de Europa avanzaban a ciegas por el Atlántico, siguiendo inciertos derroteros en los portulanos recién dibujados. Cuando se consideraban todavía lejos del punto de llegada, surgía de pronto la costa ante el morro chato del galeón.
1080 A las sombras sólo el sol las penetra y las impone; en distintas direcciones se oyen rumores inciertos: son almas de los que han muerto, que nos piden oraciones. MARTÍN FIERRO 1081 moreno, por tus respuestas yo te aplico el cartabón, pues tenés desposición y sos estruido, de yapa: ni las sombras se te escapan para dar esplicación.
En cuanto comprendió de qué se trataba, antes de oír las frases crudas con que pintó la rubia lúbrica el asalto del caserón de los Ozores por el Tenorio vetustense, don Fermín giró sobre los talones, como si fuera a caer desplomado, dio dos pasos inciertos y llegó al balcón contra cuyos cristales apoyó la frente. Parecía mirar a la calle. Pero tenía los ojos cerrados.
Como águilas que beben la luz del sol, mirarán inciertos ya á los horizontes de la feliz Mesopotamia, ya á las cumbres de la rica Andalucía, sin saber cuál sea el verdadero astro del Oriente. Pero esto no será hasta que la perseverante lima de la cultura atenúe las punzantes antipatías de las razas, y la seductora vida asiática contamine y enerve los corazones de los discípulos de Cristo.
Ciertas comarcas polares descubiertas y anotadas por el navegante, han desaparecido al pasar otra vez éste por el mismo sitio. Por otro lado fórmanse y se levantan innumerables islas, bancos inmensos de madréporas y corales, turbando la geografía. La profundidad de los mares es más desconocida aún que su extensión. Apenas han sido hechos los primeros sondajes, pocos en número é inciertos.
Después que todos fueron a estrechar la mano, del maestrante, formose un grupo enmedio del salón. Amalia, en el centro de él, despedía a sus amigas besándolas cariñosamente. Estaba pálida y sus ojos inciertos despedían miradas febriles. Al estrechar la mano del conde volvió la cabeza hacia otro lado, fingiendo distracción; se la estrechó con fuerza tres o cuatro veces para infundirle ánimo.
Su tío el marqués de Moraima, que, aquí para entre los dos, ya sabes que es algo bruto, cuando habla de ella en los Cuarenta y cinco, dice que tiene sus sospechas de que sabe latín... ¡Qué mujer! ¿eh, Juanillo? ¡Qué hembra tan interesante! El apoderado hablaba de doña Sol con admiración, considerando extraordinarios y originales todos los sucesos de su vida, así los indudables como los inciertos.
Apenas se han sucedido ciento cincuenta generaciones de hombres desde que verificaron nuestros antepasados los primeros actos cuyo testimonio haya llegado hasta nosotros. Antes de esta época, únicamente inciertos monumentos nos revelan la existencia de nuestra raza. La historia de la montaña inanimada, en cambio, está escrita en visibles caracteres hace millones de siglos.
Sabemos de él con certeza a partir de sus cincuenta y seis años, cuando emprende el primer viaje: los ocho años anteriores pasados en la Corte de España solicitando apoyo están en la penumbra; los de su vida en Portugal aún son más inciertos, y todo el resto, hasta el nacimiento, queda envuelto en una obscuridad absoluta, que se ha prestado y se prestará a las hipótesis más diversas.
Arrugada la blanca enagua, se insubordinaba bajo el vestido de paño; un lazo de un zapato se había desatado, flotando y cubriendo el empeine del pie. Lucía miraba en derredor con ojos vagos e inciertos; estaba seria y atónita. ¡El billete, señora! ¡Su billete de usted! seguía gritándole el empleado, con no muy afable tono. El billete... repitió ella.
Palabra del Dia
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