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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Hasta imaginó que, si por temor a su padre no llegaba a recibirle en su casa, le buscaría en el sagrado tribunal de la penitencia, lo cual facilitaría que las Hijas de la Salve vieran cumplidos sus deseos, al par que él, prodigando consuelos a la víctima del amor mundano, quizá la indujese a desear la verdadera perfección cristiana, trocando los peligros de la pasión y las impurezas del matrimonio por el himeneo místico con el Unico que jamás engaña.
No hizo tanto Aspasia, prendada de Alcibíades. Don Quintín se anegaba en un mar de impurezas: sus amorosos aspavientos sólo eran comparables a las convulsiones de una rana sometida a una corriente eléctrica.
Todo esto me hace presumir dijo doña Manolita que eres hija de una gran señora. No sé contestó doña Luz . Legalmente soy hija de Antonia Gutiérrez, libre cuando se unió con mi padre. Más vale esto que deber la vida a un adulterio. ¡Ah! mejor es que mi padre no me haya revelado nada. ¿Cómo había de haber manchado mi mente limpia, a los quince años, con impurezas y delitos?
No; era purísimo y desinteresado afecto; sentimiento de profundo dolor que sólo parece traer desgracias, que sólo nace y vive para llorar, y que libre de sensuales impurezas es una eterna aspiración al cielo. Amaba yo a Angelina, la amaba con toda el alma, y no por hermosa, sino por buena y desgraciada.
El pequeño une sus manos como nosotros; yo pronuncio la oración y ha de ser el Cielo muy sordo si no nos oye. »Don Diego ama a su mujer; ya se lo había dicho a usted. La ama con un amor puro, desprovisto de todas las impurezas terrestres. Si la amase de otro modo, en el estado en que ella se encuentra, me produciría horror.
El modo que los portugueses emplearon para despertarla del sueño, no fue a la verdad tan dulce y tan delicado como el del cuento; pero la realidad tiene sus impurezas y aquellos tiempos eran más rudos que los de ahora. Valga esto para disculpa de los portugueses.
Soy impura, pero no es mi sangre, son mis lágrimas las que deben limpiar las impurezas de mi pecado. Hago mal en temer la vejez, la fealdad y las enfermedades que han de sobrevenirme. Hago mal en temer el abandono y el aislamiento en que voy a encontrarme y el desprecio con que me mirarán cuantos seres humanos me rodeen.
Semejante á una gran ráfaga de aire, la noche del estreno tiene la virtud de barrer todas estas pequeñas impurezas. Nadie, mejor que los comediantes, sabe cuánto arriesga un autor en esas horas, de las que acaso dependen, no sólo su porvenir personal, sino también el éxito de la temporada y los intereses de la comunidad.
Entretanto, ¿era el noble afán de purgar aquella atmósfera de ciertas impurezas lo que movía a los acusadores a descubrir tales gatuperios? No por cierto: era siempre el espíritu de partido; o mejor, el odio de partida; pues frecuentemente se promovían estos edificantes debates entre dos agrupaciones que, juntas y en amigable inteligencia, habían saboreado poco antes las dulzuras del presupuesto.
Nada pensó respecto a quién había de ser el pastor que recuperase la oveja así conquistada para el redil de Cristo; no soñó con vanagloriarse por tal triunfo, ni paró mientes en las promesas de la Condesa de Astorgüela. Sólo consideró la ocasión de consagrar a Dios un alma arrancada a las impurezas del mundo.
Palabra del Dia
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