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Pocos días antes, trajo del campo un rústico una ternerita que se había perniquebrado; iba a llevarla al matadero y venía a decir a mi padre qué quería de ella para su mesa: mi padre pidió unas cuantas libras de carne, la cabeza y las patas; yo me conmoví al ver la ternerita y estuve a punto, aunque la vergüenza lo impidió, de comprársela al hombre, a ver si yo la curaba y conservaba viva.

El santo varón, que no deseaba otra cosa, impidió á sus cristianos que le defendiesen; mas un valiente Morotoco, no sufriéndole el corazón ver matar á su vista á aquel Venerable Misionero, con gran valor y denuedo se le quitó de las manos, diciendo al cacique: ¿Por qué quieres matar á nuestro Padre, siendo tan bueno?

Después de la partida de San Martín, el antagonismo entre colombianos y argentinos se acentuó más aún; la arrogancia recíproca dio origen a la triste página de Arequito, lo que no impidió más tarde las heroicidades de los granadinos y de los hijos del Plata en los campos de Junín y Ayacucho.

La esposa del maestrante comprendió que, si proseguía en el tema, la planchadora iba a decir algo desagradable y se apresuró a cortar la plática, pagándole su cuenta y despidiéndola con afabilidad. No impidió esto para que la doméstica dijese en confianza, en cierta casa donde fue a servir, lo que pasaba en la de Quiñones. La noticia se fue trasmitiendo en confianza, igualmente, de unos a otros.

Estando en esto, vino a nosotras un caballero, ya no joven, pero al que tampoco podía llamársele viejo, que era el que en aquel apretado trance nos había socorrido, y en él para nuestra desdicha, porque nos impidió aceptar de él más socorro, reconocimos a un señor capitán, persona muy noble y muy rica, y de mucho respeto en Sevilla, y como poeta no mal reputado; en una palabra, el capitán don Baltasar de Peralta, del que tan acerbas e impías memorias tiene la hermosa doña Guiomar, vuestra amiga, y tan perseguida de él se encuentra.

Pantaleón me ha advertido el otro día que hacía tres meses que vivías con nosotros y que aún no habías contribuido con nada a los gastos de la casa... Una ola de carmín inundó repentinamente las mejillas de Mario. La vergüenza le impidió al pronto articular palabra.

El miedo nos impidió andar en contestaciones con ellos, y al punto les dimos alhajas, dinero, plata de mesa y cuanto había, deseando que se lo llevasen todo de una vez para no escuchar sus insultos.

Indudablemente habría sido mucho antes, entre la agitación y los empujones del gentío; pero esto no impidió que la señora siguiese con la mirada iracunda el grupo sucio, maloliente y miserable que se alejaba, anonadado por el hambre y la pena, entre el oleaje de alimentos y de general alegría. Doña Manuela avanzó sus labios en señal de desprecio. ¡Cómo estaba el mundo!

Se desclavaban las tablas, Se desquiciaban los techos, Gemían todos los bancos, Crujían los aposentos, Y el cobrador no podía Abarcar tanto dinero . Este aplaudido actor, en medio de sus triunfos, tomó la resolución de renunciar al mundo, y de entrar en una orden monástica rígida; pero un suceso imprevisto impidió que llevara á cabo su propósito y volvió luego al teatro.

Felizmente quedé en hueco y sin recibir más que una ligera herida en la cabeza, la cual, aunque me aturdió al principio, no me impidió apartar los trozos de vela y cabos que habían caído sobre . Los marineros y soldados de cubierta pugnaban por desalojar tan enorme masa de cuerpos inútiles, y desde entonces sólo la artillería de las baterías bajas sostuvo el fuego.