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La consternación de que yo estaba poseído desde que recibí en mis brazos al héroe del San Juan, no me impidió observar el terrible efecto causado en los ánimos de todos por aquella desgracia.

Se conoce que cuida mucho sus manos y que tal vez pone alguna vanidad en tenerlas muy blancas y bonitas, con unas uñas lustrosas y sonrosadas, pero si tiene esta vanidad, es disculpable en la flaqueza humana, y al fin, si yo no estoy trascordado, creo que Santa Teresa tuvo la misma vanidad cuando era joven, lo cual no le impidió ser una santa tan grande.

Ella ha sido la que, á pesar de su papel secundario, mantuvo al hombre en la razón durante miles de años y le impidió hacer tonterías irremediables. Sin ella no hubiese podido subsistir la sociedad.

Cuando los clérigos se retiraron, la muchedumbre, que se agolpaba a la puerta para salir, les impidió hacerlo en un buen rato. Al poner el pie en el pórtico se tropezaron con un grupo de clérigos, y entre ellos a Godofredo Llot, que sin duda había salido por otra puerta.

Satisfecho de mismo hasta cierto punto, en medio de aquella desolación moral, contemplaba la rectitud de su alma, que rechazaba sofismas vanos y gritaba: «¡robar, robar!». Lo cual no impidió que Bonis se lavase y vistiera lo más de prisa que pudo y saliese de casa sin ser visto ni oído, con ánimo de estar de vuelta antes que Emma despertase.

Hasta tuvo conatos de agarrar una silla y sentarse al lado de ellos: pero Castro se lo impidió dándole, al descuido, un feroz y expresivo pisotón en los callos que le hizo volver en su acuerdo. Continuó, pues, su paseo melancólico y no tardó en sentarse de nuevo junto a sus futuras suegra y abuela.

A dos tiros de pistola, la corbeta envió su última andanada, porque ella también había agotado sus municiones; también se había batido bravamente y también había hecho prodigio de valor durante las dos horas del encarnizado combate. Desgraciadamente, el oleaje impidió a los ingleses apuntar bien, y toda su andanada pasó por encima del corsario, sin hacerle daño.

Como ya frisaba en sesenta años, aunque se conservaba muy bien, no tenía para qué reportarse, ni se reportaba y refrenaba en sus manifestaciones de cariño; de modo que recibió al Vizconde materialmente con los brazos abiertos. Sus salones estaban ya llenos de gente, pero no impidió esto que el Vizconde fuese por ella abrazado y casi besado.

La primera impresión fué terrible, todos creyeron que las partidas de alzados que merodeaban por aquellos lugares les habían tendido un lazo para capturarlos vivos; pero poco á poco fuese aclarando el misterio, y se pudo ver lo que había producido aquel espantoso choque: era un toro que se paseaba por el puente y al que la velocidad con que marchaba la cigüeña le impidió salir de él.

Hablaba con voz lenta, como si cada palabra la sometiese á previo examen, temiendo traicionar algún secreto. Este alejamiento espiritual no impidió, sin embargo, la aproximación física. Fueron uno del otro, con el irresistible choque de las atracciones materiales.