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Primero su extremada timidez le impidió darse cuenta de la conducta de la dama. Pensaba que aquellos saludos afectuosos, aquellas sonrisas no eran más que la expresión de una súbita simpatía que su orfandad había excitado en ella.

No pudo proseguir, porque Muñoz, en voz baja, descompuesta por la rabia contenida, le interrumpió: ¡Óyeme! Ella será lo que quieras, pero has de empezar a decir vilezas sobre Adriana, ¿me oyes?... cuando te hayas hecho digno, como un perro... Quiso agregar algún insulto atroz, pero la misma sobreexcitación le impidió proferir otra palabra.

Se habían prometido pasear juntos en alguna noche así; pero Zoraida lo impidió siempre y hasta hizo frases irónicas, delante de los tíos, sobre el romanticismo de los chicos que todavía no saben pizca de amor. Laura le seguía suplicando y le juraba, por la memoria de nuestra madre, que él era bueno, que ni por la imaginación se le ocurría una mala idea.

La nobleza intentó nombrarlo diputado en los Estados generales, pero su delicada salud le impidió aceptar. Los republicanos también deseaban que fuese miembro de la Convención, pero tampoco aceptó.

A mis preguntas Hervieu ha respondido con un ambagioso alzamiento de hombros; probablemente ni él mismo lo sabe: al principio imaginó novelas, y escribió novelas; luego quiso escribir para el teatro, y nada le impidió llevar adelante su propósito; en los caracteres ordenados y tenaces como el suyo, la inspiración es siempre esclava dócil de la voluntad.

No estando avezado a estos lances, lo único que se le ocurrió fué regresar precipitadamente a Madrid, vender más títulos y volverse otra vez. Su hacienda mermaba de día en día. Cuando empezó el invierno tenía ya de menos algunos miles de duros; mas esto no le impidió seguir gastando lindamente.

Y no impidió esta situación de guerra civil casi perpetua, el que los españoles se aunasen y peleasen gloriosamente contra los extranjeros, realizando portentosas hazañas, digno y propio asunto de las más hermosas epopeyas.

Tenía los ojos entoldados por la nube fatídica del no ser, y la boca seca y dura, abierta en una mueca desgarrante. El delirio espantoso que padeció en los últimos días impidió que se le administrasen los Sacramentos, salvaguardia de las sagradas promesas de salvación.

D. Martín de las Casas, teniente coronel retirado, que había hecho la guerra de Cuba, donde había recibido una herida en un hombro que le impidió continuar en el servicio, se creía en el caso, por su profesión, de llevarlo todo por la tremenda. Desde el año 1873 en que pasó al cuerpo de Inválidos no volvió a salir de Peñascosa. Contaba en aquella época cuarenta y dos años.

D. Manuel al ponerse la prenda en casa no había podido apreciar bien este defecto; sólo se había dado cuenta vaga de que existía. Mas así que se sentó cerca de un armario de luna, logró descubrirlo de modo evidente, y como es natural, sintió una profunda y dolorosa impresión que le impidió desde entonces tomar parte en la alegre plática que se había entablado.