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Actualizado: 6 de julio de 2025
Este trabajo era su único medio de existencia fijo y ordenado. El dinero de una traducción representaba la comida, al anochecer, en una taberna frecuentada por las gentes del «oficio», periodistas de escaso sueldo, jóvenes de abundosas melenas y suelta corbata, que hablaban mal de todos, entreteniendo así la espera impaciente de una hora de celebridad.
Diciendo estas palabras, cogió por un brazo a la niña, procurando levantarla. ¡No me da la gana! dijo la enferma, desprendiéndose de la mano que la retenía, con una fuerte sacudida. Tan suavita es la hija como el padre; quien lo hereda no lo hurta murmuró Momo, que se había asomado a la puerta. Como está mala, está impaciente dijo su padre, tratando de disculparla.
¡Ya han fondeado, ya han fondeado los buques! gritaban a nuestra alrededor. Vea, señor, le decía un negro a un caballero petizón, que en vano se empinaba para poder ver; vea, allí, allí y apuntaba con el dedo índice. ¿Adonde? ¿adonde? interrogaba el otro impaciente, parado sobre la punta de los pies.
Pero ¿dónde estaban esas cartas? preguntó Currita impaciente, abriendo uno a uno los lindos cajoncitos. Aquí abajo contestó don Pablo. Y apretando un resorte de bronce, hizo saltar otro cajoncito oculto, que dejó escapar, al abrirse, un suave olor de violetas secas.
Impaciente su madre, le agarró con una mano por el cuello de la chaqueta, le sacó de aquella profundidad y, a pesar de su resistencia, le tuvo algún tiempo suspenso en el aire, de manera que parecía uno de esos muñecos de cartón que cuelgan de un hilo, y que tirándoles de otro, mueven desaforadamente brazos y piernas.
Emilia, sintiendo tan cerca aquellos pasos de hombre impaciente, se turbó contrariada y confusa; pero de pronto se rehizo, mató de un soplo la luz, preparó sumas hechicera sonrisa y atrayendo hacia sí la puerta para que él no se enterase de lo que causaba su vergüenza, salió al encuentro de Julián, diciendo entre dientes y rapidísimamente a la doncella: ¡No tengo tiempo de elegir! ¡Guárdalas a escape... y di que me quedo con las siete!
¿Pero qué sucede, señor? ¡hable usted claro y pronto! gritó Mesía impaciente, más interesado en el asunto de lo que su amigo podía suponer. Más bajo, Álvaro, más bajo. ¿Qué sucede? Mucho. Petra sabe que yo quiero evitar a toda costa un disgusto a mi mujer, porque temo que cualquier crisis nerviosa lo echase todo a rodar y volviéramos a las andadas.
Era un hombre orgulloso, impaciente, herido, aguijoneado por los deseos y las pesadumbres, que caía, de repente, en lo mejor de su vida como un soldado al mediodía de la jornada decisiva, con el corazón henchido de agravios, el alma amargada por la impotencia, el cerebro en plena explosión de proyectos.
Dirigió éste por largo rato los gemelos a Raimundo de un modo impertinente y hasta provocativo. Nuestro joven le pagó con algunas inocentes miradas de curiosidad, porque no tenía el honor de conocer al terror de los maridos. Comprendiendo que su hermana estaría impaciente, aunque desde el palco no la perdía de vista, se alzó de la silla para despedirse.
Largo fué el combate, brillantes los golpes y paradas que demostraron la pericia de ambos, hasta que impaciente el de Santiago hizo saltar á su caballo hasta tocar al del inglés, y abalanzándose sobre el barón le rodeó el cuerpo con sus brazos.
Palabra del Dia
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