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Actualizado: 6 de julio de 2025
Al oír el nombre del amigo fiel y adicto, la clara mirada de Julieta se empañó con una sombra de melancolía. ¡Iba a estar un largo mes sin verle! Y una pena vaga e inconsciente le arrancó un involuntario suspiro. Pero no tuvo tiempo para abandonarse a esta impresión. Impaciente por ver y por ser vista, su madre quería dar una vuelta por la playa.
Y esta última exclamación del inquisidor general, más que una humilde invocación á Dios, era la impaciente queja de un alma exasperada por el sufrimiento, saturada de dolor, violentada, enferma, desesperada. Los ojos del padre Aliaga resplandecían con un fuego febril. Su cuerpo temblaba de una manera poderosa.
Paco estaba mudo, extático, lleno de asombro, con la boca abierta, y sin saber qué pensar ni qué decir. Beatriz, con más agitación, contrariada, impaciente por la inmovilidad de Paco, prosiguió de esta suerte: No te detengas: vuela, busca a Braulio. Se va a matar si te tardas.
Ramiro esperaba impaciente a la puerta de la posada. Domingo de Aguirre había prometido venir a buscarle para asistir juntos al auto. Poco después, uno y otro, describiendo largo rodeo, entraban a la plaza por la Calle Ancha, contando presenciar desde allí el desfile de la procesión. De una ventana baja, un caballero que reconoció a Domingo de Aguirre les ofreció dos taburetes.
Dorotea, á pesar de la fiebre que la devoraba, llamó á Casilda, saltó de la cama, se hizo vestir, pidió una litera, y salió de su casa. Irritado, contrariado, impaciente, cuidadoso, se encontraba don Juan encerrado en un aposento alto de la torre de los Lujanes.
Hasta el resultado de la santa educación que he dado a mi hija y que me ha valido que ella, sin poderlo remediar, de mí se avergüence, me parece natural y justo. Si me voy, pues, del haz de la tierra, no será por ira ni por enojo contra el cielo, será por el ansia impaciente de buscar y de hallar el amor que en la tierra no hallo.
Me va a recibir con risa. Va a soltar una sonora carcajada al ver mi inquietud. Es evidente... ella me ha enviado el libro para que yo acuda a la cita algunas horas antes... impaciente de verme... deseosa de que pasemos todo el día en amor y compaña. Fueron, no obstante, inútiles todos estos discursos del Vizconde. No consiguió tranquilizarse.
Mientras Teresina estuvo en el despacho, el Magistral la siguió impaciente con la mirada, algo fruncido el entrecejo, como esperando que se fuera para seguir trabajando o meditando. Hasta que tuvo el café delante no recordó que él solía decir misa; que era un señor cura. ¿La tenía? ¿Había prometido decirla? No pudo resolver sus dudas. Pero la seguridad con que Teresa procedía le tranquilizó.
Cierto que todas estas cosas mejor eran para calladas que para dichas..., casi tanto como las otras que se dijeron y se cantaron en prosa y en verso; pero los oficios, o ejercerlos a conciencia, o no ejercerlos... En virtud de lo cual hago yo aquí punto redondo, antes que al impaciente lector le parezca larga esta digresión, que nada quita ni pone al interés de la presente historia.
El impaciente Rafael habló entonces de lo cortas que eran las tardes de Enero y de la necesidad de aprovechar el tiempo. Fermín llamó al criado, que se extrañaba de la parquedad de los dos amigos, invitándoles a pedir más cosas. ¡Todo estaba pagado! ¡Don Luis tenía cuenta abierta!... Al salir Rafael, marchó directamente a la calle, temiendo que el amo le viese con los ojos enrojecidos.
Palabra del Dia
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