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Actualizado: 28 de mayo de 2025


Se presentaba ocasión de tranquilizar la conciencia amparando a la desventurada hija del hermano de sus pecados. Doña Anuncia pudo apreciar mejor la grandeza de su buena obra cuando vio que Ana «estaba en la calle» o poco menos. La quinta que ellas habían imaginado digna de un Ozores, aunque fuese extraviado, era una casa de aldea muy pintada, pero sin valor, con una huerta de medianas utilidades.

La esposa de uno de los más eminentes pionners de Wingdam, cansada de la caduca civilización del Este y de su ingrato clima, resolvió reunirse con su noble esposo en estas playas de oro, y sin noticiarle su intención, emprendió el largo viaje, llegando hará cosa de unos ocho días. El júbilo del marido más es para imaginado que para descrito.

Lo que digo es, que este magnífico coliseo no se presenta á nuestros ojos tan magnífico como lo habia imaginado nuestra fantasía; como debia serlo, atendida la importancia de una ciudad como Paris.

Pero unos pensamientos muy extraños. Una vez me la imaginé vestida con todos los perifollos de las elegantes de Madrid, y me produjo la visión de lo imaginado tan deplorable efecto, que di un respingo en la silla.

7 Hacer fineza el desaire, del licenciado Diego Calleja. 8 Encontráronse dos arroyuelos, de D. Juan Vélez. 9 La Virgen de la Fuencisla, de D. Sebastián de Villaviciosa, D. Juan de Matos y D. Juan de Zavaleta. 10 El honrador de sus hijas, de D. Francisco Polo. 11 El hechizo imaginado, de D. Juan de Zavaleta. 12 La presumida y la hermosa, de D. Fernando de Zárate.

Pero al intentarlo, el rayo de sol desapareció; ó, á juzgar por la brillantez con que irradiaba el rostro de Perla, su madre podía haberse imaginado que la niña lo había absorbido, y lo devolvería luego iluminando la senda por donde iban, cuando de nuevo penetrasen en los parajes sombríos de la selva.

Una angustia deliciosa me oprimía el pecho blandamente. Sentía escalofríos de anhelo y voluptuosidad, cual si me hallase a las puertas mismas de la dicha. Pasado aquel extraño transporte, que debe achacarse en gran parte a la material impresión del movimiento, me sentí tranquilo; pero me confesé ingenuamente que estaba enamorado de la monja sevillana mucho más aún de lo que había imaginado.

En ella era la amargura de hallar en el amor y la pasión, tanta diferencia con lo que se había imaginado; en él, el disgusto de un hombre bello que no se siente apreciado.

La razón del «mal nuevo», que también nos mencionó él anoche. Será así; pero no lo entiendo. Pues sigamos con el ejemplo imaginado, y supongamos que el delincuente victorioso es un arbitrista de nota, hombre de veta soez y peor entraña, logrero y trapisondista, pero bien redondeado de caudales.

¡Estos de Vd. que son sofismas! interrumpió Pepita . ¿Cómo negar a Vd. que lo que usted se pinta en la imaginación es más hermoso que lo que existe realmente; pero cómo negar tampoco que lo real tiene más eficacia seductora que lo imaginado y soñado? Lo vago y aéreo de un fantasma, por bello que sea, no compite con lo que mueve materialmente los sentidos.

Palabra del Dia

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