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La gente desdichada zaratina, De la esperanza estaba muy colgada: El que esperando está siempre imagina La cosa que le est

Ella había recobrado la calma. Se imagina usted cosas que no existen o por lo menos se trata de leves errores de los cuales no me acordaré más el día que reconozca que usted también los olvida. ¿Sabe usted cuál ha sido su único error? El de abandonarme desde hace un mes.

Pero, lo juro por mi honor, por Dios, por lo más sagrado: mi locura será de muy diversa índole. Soñará con mi locura. Pues qué, ¿imagina que soy yo un segundo D. Valentín? ¿Piensa que me someteré á sus monstruosos caprichos? ¿Entiende que soy necio y que voy á creer lo que á ella se le antoje hacerme creer?

En fin, ¿vos sois en la villa Quien al mismo Rey no da Dentro de su casa silla; El rico-hombre de Alcalá, Que es más que el Rey en Castilla? ¿Vos sois aquél que imagina Que cualquiera ley es vana?

Imagina, pues, cuán hondo será mi dolor cuando en ti, que te llamas ahora el doctor Seelenführer, acabo de reconocer a mi Sidarta, a mi Sakiamúni y a mi Bagavat, porque todos estos nombres te dábamos. no caes en ello; pero no lo dudes: fuiste el Buda y quieres volver a serlo.

Las relaciones entre Juanita y Antoñuelo tal vez parecerán inverosímiles a quien piense someramente en ello; pero yo creo que son más naturales y frecuentes de lo que se imagina. Desde la infancia habían vivido en la mayor intimidad Antoñuelo y Juanita. Con cortísima diferencia, tenían la misma edad, y podía asegurarse que se habían criado juntos.

Tampoco carecen ellos de sentimientos de honor, tambien estiman en mucho su propia dignidad; saben distinguir entre una palabra dicha con designio de zaherir, y otra escapada sin intencion ofensiva, y sin embargo ellos no ven nada de lo que el encolerizado ve con tanta claridad; y si se sonrien, esa sonrisa es causada, no por la humillacion que él se imagina haber sufrido, sino por esa terrible explosion de furor, que no tiene motivo alguno.

Pero creo tanto en eso como en las predicciones de nuestro piloto que, quemando sal y pólvora de cañón, se imagina adivinar el tiempo que hará por el color de la llama. ¡Tonterías! yo no creo más que en la hoja de mi puñal o en el gatillo de mi pistola, y cuando digo a mi enemigo: «¡Morirásel hierro o el plomo cumplen mejor mi profecía que todas las... ¡Silencio! dijo Ivona.

Pero... ¿qué diablos le importará a usted que salga así o de otro modo? le interrumpió Cristeta con dureza; y en seguida, deseando apurar la situación, añadió : ¿Imagina usted que voy a creer en esas delicadezas? ¿Se le dicen de veras semejantes cosas a una actriz de este teatro? No deseaba ella sino que don Juan cayese en el lazo y hablara más claro.

Figúrate otro yo; imagina que has sido vendido por otro Cristián, y si buscas tan cerca de tu corazón, encontrarás al hombre que buscas. La fisonomía del desgraciado tomó una expresión terrible; sus ojos se agrandaron como si vieran un espectáculo aterrador, sus manos temblaron al levantarse hacia el cielo y en un grito inconsciente lanzó este nombre: ¡Sorege! Tragomer sonrió con amargura. ¡Ah!