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En la estación del ferrocarril no me conoció nadie: al atravesar la plaza, tres o cuatro voces que dijeron con asombro: «¡Nicolasa! ¡Nicolasa!» y luego observé que a larga distancia me fueron siguiendo dos muchachas de mi tiempo, una con un chico en brazos... y, mira, aquélla me dio envidia. Si te daría. Llegué a mi casa. Imagina la sorpresa.

La gente se imagina sin razón que es la Opera un mercado de placeres y una escuela de libertinaje. Nada de eso: se encuentran allí virtudes en mayor número que en ningún otro teatro de París. ¿Por qué? porque la virtud es allí más apreciada que en ninguna otra parte.

Cuando esta misma alma cristiana, no por los actos virtuosos que ha realizado, porque esto sería faltar a la modestia, sino por la capacidad que en siente y por el noble destino para el que Dios la crió, se contempla y examina a propia, en vez de ser bajo el concepto en que se tiene, es tan sublime concepto, que no se le aventaja el de ninguna criatura de las que ve o puede ver, ni de las que imagina o finge, ni de las que por fe o revelación conoce.

¿Habeis oido á ese otro cuya fortuna han arruinado la excesiva bondad propia, ó la infidelidad de un amigo, ó una desgracia imprevista, echándole á perder combinaciones sumamente acertadas, proyectos llenos de prevision y sagacidad? Pues, si alcanzais á procuraros noticias sobre su conducta, no será extraño que descubrais las verdaderas causas, por cierto muy distantes de lo que él se imagina.

Todavía dos palabras, y no te ofendan: Magdalena no es la única mujer buena, bonita, sensible y capaz de comprenderte y estimarte, que hay en el mundo. Imagina que otra mujer, pues, y no Magdalena, fuese la que amases exactamente lo mismo y de la cual dijeras: «Ella o ninguna.» ¿Niegas la posibilidad?

Confieso que he querido vengarme de este desprecio, y aun convertirlo en acto de aprecio, haciendo sentir a vuecencia que valgo más de lo que imagina. Ahí está tu equivocación, Juanita dijo don Andrés . Yo no he creído que te menospreciaba y que te humillaba al requebrarte. Sobre poco más o menos, tan plebeyo soy yo como y tan humilde es mi cuna como la tuya.

Risas provocativas, ojeadas misteriosas, palabras que parecían de esperanza.... Y poco después, uno por uno, los conquistadores desandaban el camino, cabizbajos y encolerizados, como un perro que se imagina encontrar un hueso y rompe sus colmillos en una piedra. Unas astutas las pequeñas Maxeville; unas malignas, que, faltas de dote, buscan un marido á su modo.

Yo no quiero hacer un centón tan deplorable. Yo quiero coger vivas las aves, las flores, cuanto tiene ser en la estación vernal, y trasladarlo a este papel, y de este papel a la imprenta: operación más difícil de lo que se imagina.

Al ver sus movimientos se imagina uno que cada onda trae en sus pliegues alguna revelacion, alguna queja de ese mundo misterioso, exuberante de calor, de fuerza, de vida y de barbarie que se llama el África.... ¡Extraño fenómeno!

El sofista discute, imagina, finge, sutiliza, pero todo es en vano; la naturaleza está aquí: ella dice al insensato: hasta aquí llegarás, y aquí se quebrantará el orgullo de tus olas.