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Actualizado: 10 de octubre de 2025


Era tan perfectamente cándido e ignorante, que el primer despertar de ciertos impulsos en medio de mis ingenuidades me fue señalado por una inquieta mirada de mi tía y una equívoca y curiosa sonrisa de Oliverio. Pensé que era vigilado y me vino el deseo de averiguar la causa de aquella vigilancia. Fue una falsa sospecha que por primera vez en la vida me hizo ruborizar.

Volvió hacia su interlocutora, cuya delgada silueta se recortaba sobre el rojizo cielo de poniente, y murmuró: ¿Qué quiere usted decir? No se haga usted el ignorante, ya me entiende usted... Cuando vino Simón al mundo, fue para todos una gran sorpresa y más que nadie se sorprendió el Príncipe... Usted, usted solamente estaba en el verdadero secreto...

Que tanto puede la aficion, que un hombre Tiene á mismo, que ignorante siendo, De buen poeta quiere alcanzar nombre. En esto otro milagro, otro estupendo Prodigio se descubre en la marina, Que en pocos versos declarar pretendo Una nave á la tierra tan vecina Llegó, que desde el sitio donde estaba, Se ve quanto hay en ella, y determina.

Con esto era difícil que en el pueblo, a no infundir una violenta pasión, se casase ninguna de ellas con los hidalgos o señores ricos; y como ambas eran muchachas finas, señoritas verdaderas, no era probable que se hubieran querido casar con ningún arriero palurdo o con ningún labrador rústico e ignorante.

Cuando se paraba Fray Miguel en esta impía imaginación, solía caer en el más hondo abatimiento, y tal vez exclamaba: Sin duda no me ha faltado ni la intención, ni el propósito, ni el valor de darme al diablo; pero el diablo no me quiere y me desdeña. Yo no consigo lo que consigue cualquiera vieja ignorante y estúpida.

Un pedante, creyendo que los cuatro comisionados tenían la facultad de alejar de Lima cuanto quisiesen la línea equinoccial, se echó a murmurar entre el pueblo ignorante contra el virrey marqués de Villagarcía, acusándolo de tacaño y menguado; pues por ahorrar un gasto de quince o veinte mil pesos que pudiera costar la obra, consentía en que la línea equinoccial se quedase como se estaba y los vecinos expuestos a sufrir los recios calores del verano.

Había tratado primero de resistir, pensando en la gran desproporción de la edad, sufriendo en secreto y casi avergonzándose cada vez que su amigo, todavía ignorante de lo que le pasaba, aludía a la juventud de ambos como cosa lejana; pero el amor había sido el más fuerte y había impuesto sus persuasivos razonamientos. ¿Podía llamarse viejo, cuando sólo tenía cuarenta y cuatro años?

Pero si digo, ningun hombre ignorante es instruido, la proposicion será analítica, porque el carácter de la ignorancia constituye ahora el concepto del sujeto, en cuyo caso la proposicion negativa dimana inmediatamente de la proposicion contradictoria, sin que la condicion al mismo tiempo deba intervenir.

Hay mucha diferencia entro estas dos proposiciones: el hombre que es ignorante no es instruido; el hombre que es ignorante, no puede ser instruido. En la primera, la condicion del tiempo no debe estar expresada por las razones dichas: en la segunda , porque hablándose de la imposibilidad de un modo absoluto, se negaria al ignorante hasta la potencia de ser instruido.

Si algún defecto podía ponérsele, era el de ajustarse demasiadamente al original. Un día se aventuró a decir que «la condesa había echado mano al botón de su secretario». Esta declaración levantó tan gran polvareda entre la gente ignorante, que don Rufo, justamente irritado, dejó la traducción del folletín. Se le encomendó a un piloto que había hecho muchos años la carrera de Bayona.

Palabra del Dia

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