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Actualizado: 22 de septiembre de 2025
Se le calculaba una fortuna de más de cien mil duros, y sin embargo vivía como un hurón en la gran casa heredada de su padre, sin otra compañía que una vieja criada, y arrastrando su fastidio por los talleres abandonados, que parecían cementerios. Tenía manías, y la más principal era combatir la debilidad de la vejez con un régimen de continua actividad.
El filósofo cafetero dijo a su amigo que cuando quisiera echar otro párrafo no le buscase más en el Café de Madrid, porque allí había caído en un círculo de cazadores que le tenían marcado y aburrido con la perra pechona, el hurón, y con que si la perdiz venía o no venía al reclamo.
Era tan hombre como los cazadores selváticos de Colmenar, gentes duras y amigas de la pólvora, que perseguían a los guardas de árbol en árbol, hasta encerrarlos en sus casuchas. La noche que el Mosco salía con escopeta y dejaba en casa el hurón, la turba de inocentes dañadores estremecíase de inquietud y de orgullo. Aquel era un hombre.
Hace un mes que está sucediendo esto. Por lo mismo, apostaría cualquier hacienda á que el conde está en Madrid y en su casa á estas horas. Pues eso es peor, mucho peor. Guardaráme más profundo la condesa. Ya encontraremos hurón que llegue hasta lo último de la madriguera. Paréceme que me engañas, Juara.
Ya sabía yo que érais el hurón del alcázar. Como me fastidio y sufro y nada tengo que hacer, husmeo y encuentro, y averiguo maravillas. ¿Estáis listo ya, don Francisco? Zapatos en cinta me tenéis, y preparado á todo. No os dejéis la linterna. ¿Qué es dejar? Nunca de ella me desamparo; cerrada encendida la llevo, y haciendo compañía á mis zapatos. ¿Estáis vos ya fuera? Fuera estoy.
Tellagorri le curtía a Martín, le hacía andar, correr, subirse a los árboles, meterse en los agujeros como un hurón, le educaba a su manera, por el sistema pedagógico de los Tellagorris que se parecía bastante al salvajismo.
Un poquito de afición... lo demás que dicen de mí es mentira. La escopeta estaba oculta bajo las tejas; el hurón dormía en el doble fondo de una caja cubierta de guiñapos, respirando por los agujeros abiertos en la madera. Cuando se presentaba Maltrana, su amigo el Mosco, como una demostración de gran confianza, le enseñaba la bicha, la joya de la casa, lo que más amaba.
Por mí, yo podría haberme estado así siglos enteros, dando vueltas alrededor de ella sin animarme nunca a decirle nada; pero, cuando el viejo se deslizó dentro de la pieza con la agilidad de un hurón, gritando: «¡Vamos! ¡el pastor está esperando!...» me enfurruñé, como si eso hubiera contrariado mis intenciones. Ofrezco el brazo a Yolanda... Ábrense de par en par las puertas.
¡Ah! bribón redomado exclamó Quevedo , gato sin sueño, hurón de secretos; guardad por caridad el que habéis pescado esta noche, que ridículo fuera negároslo, y decidme por caridad también: ¿era ya pieza mayor del alcázar cuando en él andaba mi señor, el conde de Lemos?
Braulio, que ha sido siempre tan hurón, buscaba al Conde y charlaba con él y jamás tenía celos de que hablase contigo. ¿Quién hubiera podido imaginar que los celos viniesen de repente, a deshora y cuando menos se temían? Inés, Inés, tu falsía ha sido espantosa, y sólo comparable con tu liviandad. Toda injuria que me dirijas ahora la llevaré con paciencia.
Palabra del Dia
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