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Actualizado: 26 de julio de 2025
Aventurado sería determinar cuál de los cuatro es el héroe de la tradición, y en esta incertidumbre puede el lector aplicar el mochuelo a cualquiera, que de fijo no vendrá del otro barrio a querellarse de calumnia. El tal almirante era hombre de más humos que una chimenea, muy pagado de sus pergaminos y más tieso que su almidonada gorguera.
Por fin hubo de salir por este registro: «Eso de que me ocupe o no me ocupe, no eres tú quien lo ha de decidir. ¿Pues qué? ¿Han tocado ya a emanciparse? Estás fresca. ¿Crees que se te va a tolerar ese cantonalismo en que vives? ¡Me gustan los humos de la loca esta!... Ya te arreglaré, ya te arreglaré yo».
En un fuerte la gente recogida, Porque de esta traicion tienen aviso, De todo lo posible guarnecida, Salió el indio que estaba ya arrepiso. De humos gran señal ha parecido El rio arriba, y luego de improviso Los indios que en la gente dar pensaban, Con gran priesa á su isla se tornaban.
A lo que Sancho respondió: -Después que tengo humos de gobernador se me han quitado los váguidos de escudero, y no se me da por cuantas dueñas hay un cabrahígo. Adelante pasaran con el coloquio dueñesco, si no oyeran que el pífaro y los tambores volvían a sonar, por donde entendieron que la dueña Dolorida entraba.
Tengo entendido que sabedor de que sus conocimientos gramaticales eran pocos, temía soltar una faltilla ortográfica que hiciera reir a sus enemigos y amenguara su bien sentada reputación de sabio y profundo conocedor de las humanas letras. Volvamos a mi amigo Quintín. No tenía humos ni vanidades, y lo mismo trataba al rico que al pobre, al discreto que al tonto.
Traficó Aniceto con suerte en ganados; casó bastante bien con una hija de otro traficante asturiano, y ahí le tiene usted con su don como una casa; y aunque le han mermado los caudales en más de la mitad, con unos humos que no le caben en la chimenea.
Cuando tocó el turno a María sonrió sarcásticamente, y dijo con burda ironía: Tenga usted la amabilidad de acercarse, señorita, y de contestar a las preguntas que este caballero capitán va a dirigirle. ¿Cómo se llama usted? dijo el fiscal. María de Elorza y Valcárcel. De, dee, dee murmuró el general . ¡Siempre los mismos humos aristocráticos!
Todavía, sin embargo, ocurre muy a menudo que la familia elegante, o con humos de elegante, carece de hogar de donde los humos procedan; esto es, no tiene ni siquiera cortijo. Si le tiene algún amigo o pariente, la familia puede aprovecharse de la amistad o del parentesco.
Déjeme su merced ahora dijo Juanita y no venga, con perjuicio de su autoridad, acompañando a una chicuela que lleva un cántaro. ¡Pues no se enojaría poco la señora doña Inés, que tiene tantos humos, si viese a su señor padre sirviendo de escolta, no a una princesa como ella, sino a una pobrecita trabajadora! ¿Qué había de decir? Diría que yo te estaba encomendando algún trabajo.
Sin embargo se consolaba porque, desde las rociadas de agua bendita, los latines del Padre y las ceremonias, los caballos echaron unos humos, se dieron tal importancia que no se dejaban enganchar y él, como buen cristiano, no se atrevía á castigarlos por haberle dicho un Hermano tercero que estaban benditados.
Palabra del Dia
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